Puede que Ella Fitzgerald tuviera la voz más bonita, puede que Billie Holiday le imprimiera más dolor, puede que Janis Joplin la tuviera más rota, puede que Etta James fuera más dura, pero, a pesar de todo, es bastante difícil negar la evidencia, Aretha Franklin es la poseedora de la voz más impresionante de la música popular del siglo XX, una voz espectacular en rango, tono y alcance emocional, claro que reducir su carrera a una voz celestial es hacerle un flaco favor, el mundo está lleno de voces muy bonitas cantando naderías, en cambio, hay muy pocos artistas que puedan presumir de un periodo de gloria tan grande como el que tuvo Aretha Franklin entre 1967 y 1973, años en los que entregó maravilla tras maravilla, además de una colección de discos enormes.
Así que sí, Aretha cantaba como los ángeles, y como decía su amigo Smokey Robinson, podía hacer que sonara bien hasta el listín telefónico, pero es que su material era también de primera, desde las versiones que cobraban una nueva vida bajo su voz, y sus arreglos, hasta las canciones originales, tanto de su pluma como escritas por otros para ella. Aretha es una gigante de la música popular, mucho más que una voz incomparable a lo que muchas veces se reducen sus loas. Sí, la Rolling Stone la eligió como la mejor cantante popular de todos los tiempos, por encima de Ray Charles, Elvis, Sam Cooke, John Lennon o Marvin Gaye, pero no se nos debería de olvidar que, puede que más importante, su versión del “Respect” de Otis Redding fue considerada la mejor canción de todos tiempos, por encima de cualquier cosa de Dylan, los Beatles o Nirvana.
Que Aretha Franklin estaba predestinada a cantar era evidente, su padre, el reverendo C.L. Franklin era conocido como el hombre con la voz del millón de dólares, sus sermones se seguían con fervor religioso, su madre también era cantante de góspel y parece claro que la pequeña Aretha, como sus hermanas Erma y Carolyn, no dijo su primera palabra sino que la cantó, posiblemente fuera un celestial ¡Aleluya!. Su padre vio claro el potencial de su hija que, a pesar de tener una casa por donde pasaban todos los grandes de la música negra, de Art Tatum a Nat King Cole, de Sam Cooke a Ray Charles, aprendió a tocar el piano por su cuenta. A los diez años ya cantaba en la iglesia de su padre y dejaba boquiabiertos a todos, a los 14 años ya había grabado un disco de góspel, aunque de gira con su padre se enamoró de la voz, y también del físico, del apuesto cantante de los Soul Stirrers, Sam Cooke, y cuando este se metió en el mundo del pop, Aretha le dijo a su padre que ella también lo haría.
Para ese momento su voz ya era la que todos conocemos, uno de los instrumentos más prodigiosos del mundo, algo normal cuando la gran dama del góspel, Mahalia Jackson, te hacía de niñera particular tras la muerte de su madre. El caso es que el potencial ya estaba allí para todo el mundo que tuviera un par de oídos. Viviendo en Detroit, el primer sello que intentó ficharla fue la recién creada Motown de Berry Gordy, en la que ejercía de mano derecha el vecino de la infancia de Aretha, un Smokey Robinson que ya se había quedado de piedra cuando la escuchó cantar siendo niños. Pero el reverendo Franklin pensaba que el sello era demasiado pequeño para la increíble voz de su hija. Otro que la intentó fichar para el sello en el que grababa era el hombre que había impulsado el salto de Franklin al territorio pop, un Sam Cooke que le pidió al reverendo que dejara a Aretha fichar por RCA, pero tampoco se llegó a un acuerdo y, al final, Aretha fichó por Columbia.
Mucho se ha discutido sobre el poco partido que supo sacarle el sello a Aretha, pero caso es que hay varias canciones muy buenas, aunque es evidente que Franklin todavía no ha encontrado un estilo propio, a pesar de tener ya la voz de la que todos nos enamoraríamos. En la movida “Won’t Be Long” suena a Ray Charles, en otras ocasiones la rodean de vientos y prueban a hacer de ella una especie de Etta James con “At Last”, en otras se van al American Songbook y la acercan a territorio de pop jazz. No hay una definición clara pero sí que hay un buen ramillete de buenas canciones, como el “Soulville” del disco homenaje a Dinah Washington, que ya se adelanta a su periodo como Reina del Soul, la clase que derrocha en “Runnin Out Of Fools” o ese maravilloso “One Step Ahead” de 1965 que, con el tiempo, daría para el mítico sample del “Mrs. Fat Booty” de Mos Def o para su inclusión en la película Moonlight.
Aretha Franklin ya era la cantante más impresionante del mundo pero, tras seis años de carrera, era evidente que Columbia no había sabido sacarle partido, ni encontrar el material adecuado para ella, con unas cuantas excepciones, claro. Aretha había visto cómo sus amigos de la Motown copaban las listas de éxitos y se convertían en la respuesta americana a los Beatles mientras ella solo había conseguido entrar en única ocasión en el Top 40 del Billboard con “Rock-a-Bye Your Baby with a Dixie Melody” en 1961. Así que después de que la más que aceptable “Cry Like A Baby” se quedara fuera del Top 100, Columbia decidió no renovarle el contrato y Aretha hizo las maletas en noviembre de 1966 y se dejó convencer por Jerry Wexler para fichar por Atlantic.
Wexler llevaba siendo el principal productor del sello desde el principio, era el tipo que había grabado los mayores éxitos de Ray Charles, monumentos como “I’ve Got a Woman” o “What’d I Say” que habían servido para crear el soul. Recientemente se había asociado con un pequeño estudio en Muscle Shoals, Alabama, llamado FAME, desde donde habían salido el “When A Man Loves A Woman” de Percy Sledge y el mayor éxito de la carrera de Wilson Pickett, “The Land Of 1000 Dances”. Wexler tenía muy claro lo que iba a hacer con Aretha Franklin.
No tardó mucho en enviarla a Alabama, donde llegó en enero de 1967, el productor le había pedido que hiciera un blues y Aretha se había llevado consigo una canción escrita por Ronnie Shannon llamada “I Never Loved a Man (The Way I Love You)”. Cuando se sentó al piano y comenzó a cantarla nadie se podía creer lo que estaba escuchando. Spooner Oldham que había sido contratado para tocar el piano, lo dejó viendo el nivel de Aretha y se puso tras un Wurlitzer eléctrico que había por allí. Fue él el que creó la introducción de la canción, luego entró la poderosa sección de vientos, liderada por el saxofón de King Curtis. Todos tenían claro que tenían un éxito entre manos, con una Aretha sacando a relucir todo su poderío vocal, pero la sesión se tuvo que parar después de que el marido de Aretha, Ted White, se peleará con uno de los trompetistas porque creía que estaba intentando ligar con ella.
Aretha no volvería a Alabama, pero la banda de FAME la seguiría a Nueva York para grabar sus canciones más recordadas. El soul acababa de entrar en su etapa dorada y había encontrado a su Reina indiscutible. Lo curioso es que, una vez en Nueva York, Aretha Franklin se decidió a grabar una canción del Rey del género, Otis Redding, eso sí, como hacía siempre, transformando totalmente la canción y dándole todavía más fuerza.
La canción era “Respect” y era un temazo de soul funky con el que Otis se salía vocalmente, como casi siempre, la letra reforzaba los papeles tradicionales dentro de la familia, el hombre trabajaba todo el día y llevaba todo el dinero a casa, y cuando volvía al hogar lo único que pedía era un poco de respeto, esto es que le dejaran en paz y tranquilidad, mientras se quitaba los zapatos, ponía los pies encima de la mesa y veía la televisión. Aretha Franklin le dio completamente la vuelta y lo convirtió en un himno feminista, y es que, si hablamos de respeto, ¿quién lo necesitaba más que una mujer negra y fuera de cualquier canon de belleza en el EEUU de los años 60? Pero la canción también se convirtió en un himno para el Movimiento de los Derechos Civiles de Martin Luther King, de quien Aretha era una gran amiga y confidente, y al que conocía desde siempre en la casa de su padre.
El brillante nuevo arreglo de la canción era obra de Aretha y sus hermanas Erma y Carolyn, desde los increíbles coros de llamada y respuesta entre las hermanas Franklin, hasta ese inmortal deletreo de la palabra “respeto” en inglés, “R-E-S-P-E-C-T”, pasando por el solo de saxofón de King Curtis, todo salió a la perfección. Era un 14 de abril de 1967 y todos en el estudio estaban enamorados de la canción, pronto se les uniría el resto del mundo. La canción se publicó en abril de ese año y en poco tiempo estaba en lo más alto de las listas de sencillos de EEUU. Otis Redding admitiría su derrota, Aretha me ha robado la canción, aunque el tremendo éxito de la canción se lo hizo más llevadero. Siendo el autor de la canción se llevó un pellizco de cada disco, y fueron muchos los que se vendieron.
Ese mismo año aparecieron otros dos sencillos gigantescos como “Baby I Love You” y “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman”, además de un par de discos, el inmortal I Never Loved a Man (The Way I Love You) y el notable Aretha Arrives. El año más importante de su carrera finalizó con la aparición de otra canción legendaria, “Chain Of Fools”, un tema que Don Covay había escrito para Otis Redding pero que Wexler decidió ofrecer a Aretha Franklin. La canción incluía la mítica introducción a la guitarra de Joe South y los tremendos coros de las Sweet Inspirations de Cissy Houston, la mamá de Whitney, y servía de presentación de otro de los discos imprescindibles de su carrera, Lady Soul, que aparecería en 1968.
El año de las revueltas juveniles y del asesinato de Martin Luther King y Bobby Kennedy fue otro de los más importantes de la carrera de Franklin. Su lista de canciones memorables publicada ese año es, sencillamente, impresionante, pongamos que hablo de “(Sweet Sweet Baby) Since You’ve Been Gone”, “Think”, “The House That Jack Built”, “See Saw” o “I Say a Little Prayer”, que era la versión definitiva de la canción que Burt Bacharach y Hal David habían escrito para su musa, Dionne Warwick.
Su impacto traspasó las fronteras de EEUU llegando a la capital mundial de la música en ese momento, el Swinging London, un lugar que no se lo podía creer, Mick Jagger y Marianne Faithfull escuchaban sus discos con reverencia, Aretha era la voz de Dios, Eric Clapton no dudó en aprovechar que a Cream la distribuía Atlantic para viajar a Nueva York y aparecer en uno de los discos más míticos de la artista, Lady Soul. Mientras que la cantante pop Dusty Springfield fichaba por Atlantic para emular a Aretha a la que consideraba su ídolo. Wexler la uniría a las Sweet Inspirations y a algunos de los músicos de Franklin y grabarían el mítico Dusty In Memphis, donde se incluía “Son of a Preacher Man”, una canción que John Hurley y Ronnie Wilkins habían compuesto con la voz de Aretha como referente. Al final la cantante también la terminaría grabando en su disco This Girl’s in Love with You.
Pero no fue la única canción mítica que se grabó con ella en mente. Nuevamente de vuelta a Londres, Paul McCartney compuso la góspel “Let It Be” pensando en ella, e incluso le mandó una demo de la misma a Jerry Wexler para que se la enseñara a Aretha resultando en que la versión de esta viera la luz antes que la de los propios Beatles. La de Aretha Franklin apareció el 15 de enero de 1970 mientras que la de los Beatles tuvo que esperar a marzo de 1970. Curiosamente otra canción inspirada en el “Let It Be” de los de Liverpool, el “Bridge Over Troubled Waters” de Paul Simon, también se hizo pensando en la voz de Aretha, y no en la de Art Garfunkel. Franklin también la terminaría grabando y tendría un enorme éxito con ella en 1971.
Para ese momento su música habría dejado atrás el optimismo de los 60 y se habrá vuelto más densa y cercana al góspel, puede que, como todo el soul, se viera fuertemente afectada por el asesinato de Martin Luther King el 4 de abril de 1968. Su vuelta a las raíces se confirmaría con la aparición de Amazing Grace en 1972, una grabación de canciones góspel que Aretha colocó entre los diez discos más vendidos del momento. Durante la grabación se produjo una anécdota que dejaba claro quién era Aretha Franklin, un ejecutivo le hizo una sugerencia para que acelerara el ritmo en una de las canciones y entonces la cantante le contestó lo siguiente, Yo no os digo cómo se venden discos, ni como apretar los botones, pero no me digáis vosotros a mí cómo se canta esta canción, yo sé cómo se canta esta canción, la llevo cantando toda mi vida.
Por ponerle un fin a su periodo de esplendor podríamos decir que fue 1973, con la aparición de las inmortales “Angel” y “Until You Come Back to Me (That’s What I’m Gonna Do)”, su último top ten en las listas pop hasta 1985. Luego hubo cosas muy interesantes, como su disco de 1976 Sparkle, producido y escrito por Curtis Mayfield, o mucho más adelante su colaboración con Lauryn Hill en el sencillo “A Rose Is Still A Rose”, que veía como su voz se adaptaba a la perfección al neo-soul con bases hip hop.
Pero quiero terminar con una colaboración muy especial, en 1979, junto a su amigo de la infancia Smokey Robinson, convertidos ya los dos en leyendas absolutas de la música. Aretha está sentada al piano y comienza a cantar el “Ooo Baby Baby” de Robinson y este, tímidamente, se le une, lógicamente lleno de orgullo y delectación de cantar a su lado. Quizás a esto hubiera sonado Aretha Franklin de haber fichado por Motown en sus inicios, no lo sé, pero lo que está claro es que Smokey tenía razón, esa voz podía interpretar la guía telefónica y emocionarte, pero lo mejor es que no nos cantó eso sino joyas mayores como “Respect”, “The House That Jack Built”, “Think” o “Don’t Play That Song”. Aretha Franklin fue la voz más impresionante de la historia de la música popular del siglo XX, sí, pero, créanme, también fue mucho más que eso.
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