Creo en América, América hizo mi fortuna. La primera frase que se pronuncia en El padrino es el equivalente fílmico a ese Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo, que abría Cien años de soledad de Gabriel García Márquez. Con solo leerla cualquier cinéfilo que se precie puede cerrar los ojos y verse en el despacho de Vito Corleone, enfrente de él, un honrado funerario, llamado Bonasera, le está contando al jefe de una de las cinco familias mafiosas de Nueva York como su hija ha sufrido una brutal paliza a cargo de unos chavales que intentaron violarla. Pide justicia, una justicia que el país en el que cree no ha sido capaz de darle, pero busca venganza. Ha venido al sitio correcto, pero ni lo está pidiendo adecuadamente, ni le saldrá gratis.
La frase que abría esta obra descomunal es totalmente significativa, El padrino es una película de dimensiones épicas tanto en su retrato de una familia como en su lienzo de EEUU, tanto el de la época que se representa, los diez años posteriores al fin de la II Guerra Mundial, como de la época en la que está hecha, principios de los 70. Y es que esta película es una de las más significativas de esa generación que tomó por asalto Hollywood, a la que el crítico y escritor Peter Biskind llamó de moteros tranquilos y toros salvajes.
En 1972, con Nixon en el poder, el turbulento final de los 60 todavía coleando y la guerra de Vietnam cada vez más criticada, EEUU estaba empezando a mirarse por primera vez el ombligo y lo que veía no se parecía en nada al idílico sueño americano, América, realmente EEUU, estaba dejando de creer en sí misma. Cuando el puesto que creían más sagrado, el de presidente, estaba ocupado por un tipo con una moral no muy distinta a la de un gánster, era hora de ver que las imágenes idílicas de los años 50 solo encubrían la verdadera realidad.
Francis Ford Coppola elevó una novela bastante normalita a alturas shakespearianas, su guión, escrito junto al autor de esa novela, Mario Puzo, es una verdadera genialidad y solo con la primera escena, la de la boda de Connie, ya podemos conocer perfectamente a los principales protagonistas como si hubiéramos visto cinco temporadas de una serie sobre ellos, algo a lo que seguro se habría extendido de haberse hecho hoy en día.
Tenemos a Vito Corleone (Marlon Brando), un mafioso de la vieja escuela, eso quiere decir que roba y mata pero con un código, como le explica a Bonasera no mata por dinero, sino por respeto, poder e influencia (o eso es lo que quiere creer), su sueño siempre ha sido dejar de ser una marioneta y manejar él mismo los hilos, algo realmente difícil siendo un inmigrante italiano en un país donde los hilos los manejan el grupo que ha creado el país, esto es los blancos anglosajones protestantes.
Su mundo está construido en torno a dos familias de las que él es el padre y padrino, el jefe absoluto. Una es la famiglia, el entramado mafioso que dirige junto a sus amigos de juventud, Clemenza y Tessio y sus hijos, principalmente Santino/Sonny, su primogénito, llamado a ser su sucesor, y su hijo adoptivo Tom Hagen, su fiel consigliere, la otra es su familia carnal y está muy por encima de la otra en su consideración, en la famiglia cualquiera te puede traicionar, no es personal son negocios, pero la familia carnal es sagrada, su mujer, Carmela, y sus cinco hijos, si contamos a Hagen (Robert Duvall), Santino “Sonny” Corleone (James Caan), Frederico “Fredo” Corleone (John Cazale), Constanzia “Connie” Corleone (Talia Shire) y Michael Corleone (Al Pacino), el hijo díscolo pero favorito de su padre.
Tenemos a Sonny, el hijo mayor, y heredero, es un hombre mujeriego y violento, incapaz de contener sus instintos y sabemos que su comportamiento e infidelidades no son del agrado de Vito, sabemos que los asuntos más complicados de la familia los resuelve Tom Hagen, el hermano adoptado y consigliere de Vito, también que Fredo es débil y no tiene mucha confianza en sí mismo, pero que tiene una buena relación con Michael. Sobre este, realmente el protagonista de la cinta, por encima de Vito, ya podemos intuir muchas cosas. El tercer hijo varón acaba de volver, como un héroe, de la II Guerra Mundial y está fuera de los negocios de su padre, es consciente de quién es Vito y su familia pero tiene claro que él no va a formar parte de eso. Michael Corleone es listo y perspicaz, pero, como Bonasera, cree en América. Quiere y respeta a su padre pero no quiere ser como él.
Solo con esta escena podemos considerar a El padrino una obra maestra, y eso que no hemos hablado de Luca Brasi, ni de Johnny Fontaine/Frank Sinatra, ni de la temperamental Connie, ni de la joven novia de Michael, Kay. Coppola y Puzo hacen de la presentación de personajes una clase magistral. Luego la película consolidará todas las expectativas. Vito sufrirá un intento de asesinato y quedará gravemente herido, las circunstancias se irán imponiendo sobre Michael y terminará teniendo que dar un paso al frente y tomar las riendas de los negocios de su padre. Su transformación será paulatina pero irreversible, él pensará que toma las riendas de su vida pero, en el fondo, no es más que otra marioneta del destino. En su camino a la cúspide perderá sus convicciones y su alma. Su justificación personal quedará clara con esta conversación con la que se terminará convirtiendo en su esposa, Kay:
– Mi padre es un hombre poderoso y como tantos hombres poderosos, senadores, presidentes, es responsable de otros muchos.
– ¡Michael! No seas ingenuo. Los senadores y presidentes no matan a nadie.
– Kay ¿quién es el ingenuo ahora?
Dice mucho del cinismo de Michael, pero también de la realidad de EEUU, un país que en el momento en el que se hizo y se estrenó El padrino, 1972, estaba presidido por Richard Nixon y tenía el escándalo del Watergate esperando a la vuelta de la esquina.
Posteriormente padre e hijo tendrán una conversación fundamental, es una escena que cada aspirante a actor debería ver con detalle, Al Pacino y Marlon Brando demuestran su grandeza frente a frente, sus dos personajes, Michael y Vito, han fracasado en sus expectativas, Vito ha perdido un hijo y Michael se ha tenido que involucrar, del todo, en los negocios de su padre, pero, todavía, se tienen el uno al otro.
Uno creía en la familia por encima de todo, y para su favorito había querido una vida fuera de los peligros que implica la otra familia, la criminal, Michael, el único hijo al que dio un nombre americano, iba a mover los hilos sin necesidad de mancharse las manos, iba a ser senador o gobernador, iba a pertenecer a la élite del país, nunca más le iban a evitar en público, como todos esos políticos y jueces que tiene en nómina pero con los que no se puede mezclar. Michael, por su parte creía en América, pero ahora sabe que está tan corrupta como su familia, ha tomado el camino fácil, no cambiar las cosas, sino aprovecharse de ellas. Tiene un plan, legalizar todos los negocios de la familia criminal y vivir como su padre con su familia e hijos. Pero ni estamos en los años 20 y 30, ni su mujer es una mujer siciliana que no quiere saber nada de sus asunto (algo que Michael intenta pero que se va al traste, destrozando una parte de sí mismo, cuando su joven esposa es asesinada), ni Michael tiene un código como su padre, lo que le llevará a traspasar límites que nunca hubiera cruzado Vito. Tras la muerte de éste no dudará en matar al marido de su hermana, Carlo. Tras la de su madre, traspasará una línea todavía más sagrada…
Pero eso ya pertenece a El padrino II, así que volvamos a esta maravilla, hablar sobre las increíbles interpretaciones, la magistral dirección, la maravillosa música de Nino Rota, la precisa puesta en escena o la recordada fotografía de Gordon Willis, en una película perfecta está de más. El padrino lo es. Aun así me gustaría destacar esos montajes paralelos en los que pasan varias cosas a la vez, para incrementar la tensión. La película tiene dos maravillosos ejemplos, el primero mezcla la muerte de Luca Brasi, el intento de asesinato de Vito, el secuestro de Tom Hagen y la cita de Michael y Kay, que termina ya con la noticia del atentado contra Vito en primera plana de los periódicos.
La segunda es la famosa escena en la que Michael ajusta cuentas contra todos los enemigos de la familia Corleone, Barzini, Phillip Battaglia, Moe Greene y los otros jefes de las cinco familias mafiosas. Después llegará una muerte que tendrá escena propia, la del marido de Connie, Carlo, del que acaba de ser el padrino de su hijo, como le dirá su hermana en la última escena se ha convertido en un cabronazo de sangre fría, algo que ya nos deja claro la película cuando ni siquiera tiembla cuando hay que defender a su padre de unos asesinos a sueldo, encendiendo el mechero del tembloroso pastelero, o cuando tiene que apretar el gatillo a quemarropa ante Solozzo y el corrupto capitán de policía McCluskey —un Sterling Hayden proveniente del viejo Hollywood y que puede rivalizar con el mismísimo Brando a la hora de aparecer en obras maestras (La jungla de asfalto, Atraco perfecto, Johnny Guitar, Teléfono Rojo, volamos hacia Moscú…, y que después de su aparición aquí también rodaría con Robert Altman El largo adiós y con Bernardo Bertolucci Novecento).
Al final, hemos visto la transformación paulatina de Michael, de héroe de la II Guerra Mundial a capo despiadado. En la última escena, Kay, la maravillosa Diane Keaton, le preguntará a su marido si ha matado a Carlo. Después de dejarle claro que es la última vez que habla con ella de “sus negocios” le mentirá a quemarropa, sin despeinarse, Kay (la representación de la familia) abandonará la habitación y Michael Corleone comenzará a recibir las bendiciones de sus subordinados, es el nuevo Don, el nuevo padrino, pero su familia no le acompañará en este viaje.
Solo escribir de ello me lleva a emocionarme y es que estamos hablando de una de mis tres o cuatro películas favoritas de todos los tiempos. Y sí, decir a estas alturas que El padrino es tu película favorita es uno de los mayores topicazos del mundo, a la altura de decir que los Beatles son tu grupo favorito o que tu libro en castellano favorito del siglo XX es Cien años de soledad. Son topicazos, porque son las respuestas obvias, pero aquí les escribe un tipo tan poco cool que les daría las tres, a pesar de que preferiría poner otros nombres que solo conociera yo, para que no fuera tan fácil y no parecer tan absolutamente ordinario. Pero qué le vamos a hacer, si quieren que cambie de opinión tendrán que hacerme una oferta que no pueda rechazar…
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