La semana pasada, el también colaborador de EL HYPE, Jesús García Cívico, me invitó a la charla Jay Fitzgerald: El niño al otro lado del gran botellón, dentro del ciclo Literatura & Alcohol que organizan la revista y ediciones Canibaal y los Slaughter de Slaughterhouse. Cuando alguien consigue vivir con pasión encuentra la compañía perfecta para llevar a cabo sus andanzas y tropelías y, a pesar de que se asumen todo tipo de riesgos, al final, sí que importa el resultado.
Está claro que siempre que salgo de casa me encuentro con situaciones fascinantes que vale la pena guardar momentáneamente para profundizar en ellas pasado un rato y a la espera de un silencio tranquilo para poder reflexionar.
Jesús, de nombre arameo y apellidos con virgulilla, desató una batería de preguntas sobre los comportamientos humanos del amigo Scott y sus socios en la vida, que me dejaron un tanto pensativo mientras trataba de inmortalizar la escena con mi cámara de fotos.
Lo mejor de la tarde no lo pude fotografiar, porque las dos veces que Jesús se emocionó durante charla me dejó casi paralizado. Descubrir las consecuencias de vivir intensamente, y con pasión, aquello que a uno le gusta en la vida debería enseñarse y mostrarse en todas las clases de prescolar y primaria, para que los niños vayan aprendiendo que conseguir tus sueños emociona, cuando hablas de aquello que más te gusta, tal como lo estaba haciendo Jesús.
Lo segundo que me puso las pilas fue la presencia de una persona de habla inglesa que leía en el perfecto idioma de Fitzgerald aquello que había escrito y que Jesús nos quería compartir. No le valía leerlo en castellano, no. Ese respeto me dio a entender las veces que puedo ir un paso más allá en las cosas que hago.
Finalmente me queda la maravillosa sensación de haber presenciado un trabajo bien hecho, con sus formas y maneras, con sus gestos y ademanes, y percibir, a través de Jesús, la esencia de un hombre que a partir de ahora ocupará un puesto en mi tiempo de lectura: El Gran Gatsby.
No sabría contestar a todas las preguntas que se plantearon en la charla. Quizá podría entender la ambición de llegar a codearse con las estrellas como hicieron Scott y Zelda y la caída más estrepitosa que sufrieron. Podría entender que se bebieran los años veinte, en todos los sentidos, por el ambiente social de la época. Pero no entiendo que Toda la vida es un proceso de demolición, tal como la vivieron ambos. Quizá el mismo porqué que Zelda se preguntaba en otoño de 1930, ¿por qué no hemos sido nunca demasiado felices y por qué ha sucedido todo esto?.
Sí se que los hombres tenemos la tendencia a soltar, avanzar, no detenernos en ningún punto hasta conseguir los objetivos; Las mujeres, en cambio, retienen, con gran memoria emocional y tendencia a vivir los procesos más que a priorizar con objetivos. Los hombres nos movemos por la búsqueda del reconocimiento y la admiración y constantemente buscamos esas situaciones en la vida. La mujer, en general, tiene tendencia a sentirse necesitada. Los hombres somos híper internalistas y sólo somos felices si estamos cumpliendo objetivos, mientras que las mujeres son híper externalistas, lo colocan todo fuera de ellas y son más felices en la medida que la gente que quieren está bien con ellas.
Quizá Zelda y Scott llevaron al extremo estas consideraciones que, alguna vez he oído a la psicóloga chilena, Pilar Sordo, hablar en diferentes conferencias. Quizá Zelda al escribir Resérvame el vals usurpó el terreno del reconocimiento y la admiración, que estaba privilegiado en el caballero Scott, que en ese momento había escrito Suave es la noche.
Pero quizá todo esto ya lo sabía Jesús, que titula su blog en EL HYPE Hermosos y Malditas en un claro juego de palabras, para describir la liberación de uno de los sexos más fuertes del planeta que te acompañan, sin lugar a dudas, en los viajes más sagrados del hedonismo y a la fragilidad más sutil del canto del cisne.
Conmigo, amigo Jesús, has conseguido la cuota de admiración y reconocimiento, sin duda alguna, y aunque no vivamos en un mundo de iguales, ni mi nombre ni mis apellidos tienen virgulilla, no voy a pretender ser advenedizo de tu sabiduría, pero sí, al menos, poder compartir alguna tertulia alrededor de unas cuantas birras.
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