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The Chameleons Vox o las siete vidas de Mark Burgess

En Música miércoles, 30 de abril de 2014

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Si hemos de calibrar la acogida de una banda por la capacidad de los recintos por donde pisa, la relación más reciente de The Chameleons con Valencia puede ser, sin duda, un buen termómetro. Actuaron en noviembre de 2000 ante poco más de un centenar de fieles en la sala Ku Manises. Doce años más tarde, en noviembre de 2012, congregaron a cerca de tres centenares de personas en una abarrotada Wah Wah. Y el 30 de abril actuaron en una sala con una capacidad que duplica de largo la de aquella. ¿Ha cambiado algo en estos trece años, que explique ese crecimiento? Más bien no. Apenas han editado  en este lapso de tiempo un par de álbumes con temas nuevos, de discreta factura en comparación con sus discos más celebrados. Y a sus bolos sigue acudiendo básicamente la misma clase de público que creció con sus canciones: una audiencia que fácilmente sobrepasa ya los 40 años. Quizá todo se deba a la altísima cotización de la nostalgia en el mercado del directo, ya directamente por las nubes en los últimos lustros.

Aun con todo, sería injusto no valorar en su medida real el estupendo y dignísimo momento de forma por el que atraviesa la formación liderada por Mark Burgess sobre los escenarios. Una banda que fue clave para delimitar los contornos del post punk (o after punk, como se decía antes) británico en la primera mitad de los 80, y que tanta huella dejó posteriormente en grupos de los 90 como Kitchens of Distinction o (más aún) en contemporáneos como Interpol, Editors, White Lies o los rusos Motorama. Tan solo Burgess (voz y bajo) y el batería John Lever sobreviven de la formación original, motivo por el cual decidieron trocar su nombre hace cuatro años, en un tímido rebautizo, en The Chameleons Vox.  Desde entonces, los nuevos lugartenientes a la guitarra son Neil Dwerryhouse y Chris Oliver. Y teniendo en cuenta que el primero ya veló armas junto a Burgess y Lever en aquel proyecto llamado Mark Burgess and The Sons of God, entre 1992 y 1995, no es de extrañar que se conozca también al dedillo un repertorio del que sale estupendamente bien parado, tal y como acreditan los vigorosos conciertos de su anterior gira por nuestro país.

La excusa que les acerca esta vez por aquí, en una gira con paradas en Valencia (Noise), Madrid (Arena) y Barcelona (Apolo), es la recuperación, treinta y un años después, de Script Of The Bridge (Dead Dead Good, 1983), el notable álbum con el que debutaron. Un disco considerado por muchos como el mejor de su carrera, aunque ese honor seguramente merezca recaer en el sobresaliente Strange Times (Geffen), de 1986. Una vuelta aposentada en un pasado que, de tan excepcionalmente reproducido sobre el escenario como está, excusa el evidente recurso a la añoranza. Aunque quién sabe si se animarán también a estrenar algo de Eden & The End Of The World, que es el título provisional de su nuevo álbum, a editar previsiblemente en algún momento de este 2014.

Oficiaron de teloneros los murcianos Neon Lights, detentores de un prometedor debut (Late, Green Ufos, 2013) en el que, lejos de lo que insinúa su nombre (un tema de Kraftwerk), se marcan un resultón combinado de claroscuros post punk, deudor de los nombres de referencia que todos tenemos en la cabeza (Joy Division, The Cure, Depeche Mode) pero resuelto con nervio y determinación, y que se perfiló como uno de los aperitivos locales más recomendables para prologar un concierto como el de The Chameleons Vox.

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