Park Chan-Wook estrena en sección oficial The Handmaiden, un exquisito thriller erótico en la Corea colonial de los años 30. El director coreano ha vuelto a rodar en su país, tras la aventura americana de Stoker (2013), y ha llegado a la sección oficial, en la que hacía cuatro años que Corea del Sur no entraba en competición. El Festival de Cannes fue precisamente el que le lanzó internacionalmente, gracias al Gran Premio del Jurado otorgado a Oldboy en 2004.
Desde su anterior película, decepcionante para muchos, el director produjo el taquillazo Snowpiercer y, de nuevo en Corea, ha dirigido un thriller erótico de casi dos horas y media, protagonizado por dos actrices cuyas interpretaciones son magníficas. La joven delincuente Sookee (la debutante Kim-Tae-Ri) entra como doncella al servicio de la acaudalada Hideko (Kim-Min-Hee), quien vive recluida desde los cinco años en la mansión de su tío, un tirano erotómano y bibliófilo. La criada, en realidad contratada por un estafador, falso conde que teniendo una cómplice en la casa pretende casarse con la heredera, ve sus planes trastocados al surgir un mutuo atractivo entre las dos mujeres. The Handmaiden es la adaptación de la novela de Sarah Waters Fingersmith, en la que se ha sustituido la ambientación en la Inglaterra victoriana por la Corea ocupada por Japón, en los años treinta. Sin embargo, no encontramos ningún reflejo de la situación política que se vivía en ese momento, ya que estaba fuera de las pretensiones del director, quien recurrió únicamente a dicho momento histórico por la necesidad de mostrar la diferencia de clases en período colonial y la existencia de los hospitales mentales, una institución de la que carecía Corea.
Por tanto, la historia no se apodera de la trama y Park Chan-Wook prefiere ahondar en otros temas, como la situación de la mujer, los conflictos de clase y la homosexualidad. El argumento de la película es brillante y exquisitamente desarrollado, a pesar de alguna redundancia que permitiría aligerar la narración y el metraje; los personajes se enriquecen hasta la última secuencia y, especialmente, en el caso de las mujeres. Aunque no sea original verlas en el cine manipuladas por los hombres, utilizadas como peones en estrategias interesadas, y llegar a liberarse a sí mismas, la criada y la señora optan por el amor, empoderándose, al contrario de los hombres, en una historia repleta de matices, con gran protagonismo del contenido sexual.
Los cambios argumentales, a pesar de ser sorprendentes, no aparecen forzados y el tríptico en que el filme se divide aporta diferentes visiones de la misma historia. En la primera parte, es el punto de vista de Sookee el que nos introduce en la trama, mientras que en la segunda es ella precisamente el objeto de observación (por cierto, un concepto constante reflejado en mirillas y peepholes); por último, la tercera parte, remate en crescendo de la intriga, se centrará en la relación de las dos mujeres. Como no podía faltar, también es la venganza un elemento del guion, aunque no como leit motiv sino más bien para ahondar en sus motivaciones psicológicas.
Estéticamente, The Handmaiden tiene un sello muy cuidado, consecuencia del empeño de Park Chan-Wook en obtener una imagen tan pulida como no puede conseguir el digital (aunque se planteó rodarla en 3D y no pudo por presupuesto). Tal como ha expresado el propio director, en Corea no existen salas con proyección analógica y tuvo que esforzarse para hallar una solución a ese acabado technicolor que buscaba, encontrándola en una lente de los años 70 ya en desuso. El resultado es una película que cautiva casi con el poder de seducción a que nos tenía acostumbrados el coreano y que eleva su atractivo, tras Stoker.
Un más que interesante filme a competición fue Toni Erdmann, de Maren Ade (Alle Anderen, 2009), con una interpretación superlativa de la actriz Sandra Hüller, una comedia seria sobre la despersonalización de una joven entregada a la esfera laboral con el 90% de su vida y los esfuerzos de su padre para que reorganice sus prioridades. Los espectadores hemos disfrutado de una película muy bien escrita, que crece por momentos, adquiriendo una dimensión que nos deja ojipláticos a base de recursos dramáticos originales y un sentido del humor fuera de lo común.
Hemos terminado la jornada con American Honey, también en sección oficial, dirigida por Andrea Arnold, que curiosamente compartió premio del jurado con Park Chan-Wook en 2009 con Park Chan-Wook en 2009 con Fish Tank. El filme estrenado hoy, protagonizado por Shia LeBeouf y Sasha Lane, acompaña a un grupo jóvenes vendedores a domicilio, que viajan de estado en estado contratados por una dinámica empresaria, casi gurú de secta. La indigencia económica y las dificultades para abrirse paso en el trabajo, la madurez y las relaciones centran una película que continúa el interés de su directora por las cuestiones sociales y los problemas juveniles en una sociedad hostil.
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