Cuatro historias en torno a la sociedad china actual que desembocan en un estallido de violencia.
Un minero desesperado contra la corrupción que reina en su pueblo. Un emigrante que encuentra un arma. La recepcionista de una sauna cansada de los abusos de los clientes. Un trabajador que ya no puede más. Cuatro historias en torno a la sociedad china actual que desembocan en un estallido de violencia.
A principios de los noventa, surgió en China una nueva generación de cineastas dispuestos a remover las bases creativas sobre las que se había basado la industria de su país durante mucho tiempo. Eran jóvenes y audaces, con un espíritu crítico muy combativo a la hora de poner en tela de juicio los problemas que se vivían en ese momento muy convulso dentro de la sociedad china. Las metamorfosis económicas y urbanas se sucedían a ritmo vertiginoso y ellos se convirtieron en los cronistas de toda una época. Se les llamó “la Sexta Generación de Pekín”, y entre ellos se encontraba Ji Zhang-ke.
Desde el principio, el cineasta se fijó en el universo marginal, en aquellas personas anónimas que se habían convertido en los despojos de la sociedad de consumo, pero también se detuvo especialmente en el paisaje mutante, en la forma en la que se transformaba para comprender el rumbo que estaban tomando los nuevos tiempos. Su forma de acercarse a la realidad siempre basculó entre la ficción y el documental y, quizás sus mejores obras son las que conjugan ambas de una manera híbrida, como Naturaleza muerta. Sin embargo, en los últimos tiempos, el cineasta se había dedicado exclusivamente a la filmación de testimonios de carácter documental, por eso sorprendió que su última película se instalara dentro del thriller, y con un nivel de violencia y visceralidad que nunca habíamos visto a lo largo de su filmografía.
Un toque de violencia certifica de qué manera el director ha sabido aplicar toda su base conceptual heredada de la captación de la realidad, para filmar una narración de ficción que utiliza hechos verídicos transformándolos a través de las formas del thriller más visceral y brutal, elevando esas acciones a la categoría de abstracciones dentro de un universo lleno de corrupción y perversión moral en el que algunos se erigen en verdugos de un sistema podrido y otros en vengadores que buscan, con sus acciones desesperadas, forzar un imposible equilibrio.
La película se estructura alrededor de cuatro episodios independientes que terminan desembocando en un estallido de violencia. Y lo hacen de una manera envolvente, a través de una dirección poderosa y elegante, así como mediante un tratamiento de la imagen tremendamente áspero y seco, pero a la vez muy estilizado, demostrando que también es capaz de rodar escenas de un gran poder perturbador y una fuerza y una tremenda tensión, que modulan a la perfección la intriga de cada capítulo.
Las historias que cuenta vuelven a situarse en los territorios de la corrupción, las injusticias sociales, la venganza o la desesperación frente a situaciones límite dentro de un panorama fagocitador, en el que los personajes se ven desbordados por las circunstancias de diferentes maneras.
Un documento feroz y lleno de simbolismo en torno a la insatisfacción que sigue generando el capitalismo instalado en el país. Una película poderosa, repleta de un malestar casi crónico cuyo poder de denuncia se eleva a la categoría de alegoría para ejemplificar algunos de los males e insatisfacciones que sigue sufriendo la sociedad china en la actualidad.
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