Once y media de la mañana, piscina exterior del balneario. Levanto la cabeza entretenida en mirar el reflejo deformado de los pies dentro del agua. Un incidente extraordinario perturba la paz del momento. Dos sujetos se disputan de malas maneras una tumbona libre situada en la punta noroeste del recinto. No sé quien tiene razón ni quien ha empezado a perderla primero, pero la situación parece ir calentándose al ritmo del morse de las chicharras del mediodía.
Escucho por primera vez fuera de un cómic, la palabra “berzotas”. La gente alrededor del suceso intenta poner paz tímidamente, hasta que llega el primer empujón. El más mayor de los contendientes reacciona lanzando una patada estilo kung fu, que describe un arco perfecto e inútil en el aire y acaba sentándolo en una silla de plástico. El otro intenta golpearlo entonces con un diario dominical que usa como cachiporra de papel, pero se tropieza con una de sus chanclas. Un señor muy encorvado se cala su sombrero de paja, y se interpone entre ambos para leerles la cartilla todo indignado. Se van formando corrillos comentando la jugada mientras los niños dejan de perseguirse por el césped, que parece una parrilla, para así poder ver mejor el espectáculo.
En esta piscina no hay socorrista, pero enseguida sube un camarero de la cafetería cercana para tomar declaraciones. Cada uno cuenta su versión adornándola de la manera que peor deje a su contrario. A mi izquierda, una reliquia de la guerra del catorce explica a su marido que todo lo empezó el señor “viejo”. Mi madre, ubicada a mi derecha, opina que si se ponen así por una silla, es comprensible que haya puñaladas por un escaño.
Los corrillos toman partido mientras el señor “más” mayor, aparentemente culpable, se va retirando lentamente de la escena sin dejar de insultar a su oponente, percibiendo acaso por primera vez la atmósfera general de reproche hacia su persona, por parte de los bañistas que ya han tomado partido. Hay quien ya le vio provocando la noche anterior, cuando en el karaoke se atrevió a desafinar mientras cantaba “Volare”. Otros piden que se incoen diligencias en vista a juicio sumario, para que lo encierren en la mazmorra del balneario. Se pasa nota al encargado del buffet libre para que establezca en el comedor una distancia de cincuenta metros entre las mesas de los dos implicados. Se eliminan las tartas de nata de la lista de postres.
Se restablece lentamente la calma alrededor del bañista agraviado, que va repitiendo su historia entre familiares y amigos. Como un eco distorsionado, durante la siguiente hora es posible escuchar hasta nueve versiones distintas del incidente, a cada cual más imaginativa. En una de las tumbonas adyacentes, un guionista de Netflix toma notas en una agenda Moleskine. Todos tienen/tenemos algo que decir respecto a este tema. Yo recuerdo que debo acercarme al manantial a pedir un chupito de agua ferruginosa.
Pasando por delante de recepción, alcanzo a ver al bañista denostado recogiendo un sobrecillo abultado y dos palmaditas en la espalda, por parte de uno de los gerentes del establecimiento. Me pica la curiosidad y entro a preguntar a una de las chicas de información. La chica señala a una de las paredes, y a un tubo acristalado parecido a un termómetro.
-¿Qué es?
-Un medidor de tedio.
-¿Perdón?
-Nos avisa de la proximidad de una crisis de tedio. En julio-agosto tenemos tres o cuatro, y sus consecuencias siempre son imprevisibles.
-Nunca oí algo parecido.
-Pues esta mañana tocaba una fuerte. La única manera de prevenirlas es con incidentes. Sucesos repentinos que calen en progresión geométrica y tengan al personal entretenido a lo largo de las siguientes veinticuatro horas.
-¿Lo de la piscina?
-Por ejemplo. Para casos así contamos con Joaquín, un genio para estos desarrollos. En solo diez minutos se ha metido a la gente en el bolsillo para toda la semana.
-Hace esto habitualmente…
-De hecho, esta semana no tiene un hueco libre. Dos spas, un crucero fluvial y una jubilación. Se lo rifan es quedarse corto.
-¿Pagan bien?
-Le sorprendería. Pero esto hay que saber hacerlo.
-¿Y la próxima crisis?
-El martes a media tarde. Pero ya lo tenemos todo previsto.
-¿Joaquín?
-No, salar las natillas.
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