Desde el continente americano, las exóticas monarquías europeas siempre me parecieron incomprensibles. Los reyes existían en los cuentos de Disney y en los libros de historia. Más incomprensible aún me resulta su aceptación como algo natural. Lo natural, lo evidente, ¿no serán más bien los gritos que se alzan hoy en España?
Nací antimonárquica, pero eso no tiene nada de especial. Vengo de un continente en que hace cinco siglos unas monarquías europeas acabaron con todo lo que había (incluyendo las monarquías locales) y donde, desde hace doscientos años, aunque muchos han querido ponerse una corona a través de las armas,el concepto de una estirpe de gobernantes supremos ha sido algo extraño. Los reyes existían en los cuentos de Disney, mera excusa para que la protagonista fuera una princesa. También en los libros de historia, prácticamente tan lejanos y abstractos como los personajes bíblicos. Sí, “rey de España” no sonaba mucho más concreto que “Moisés”.
No crecí en un ambiente progresista, pero “súbdito” siempre me pareció una palabra espeluznante, especialmente acompañada de “del rey”. Pensaba que, aunque la realidad no fuera así, en teoría el modelo ideal era aquel en que un pueblo soberano delegara su poder en una autoridad, que en un mundo tan desigual, los Estados más avanzados seguramente eran los más igualitarios. E ingenuamente todo eso me parecía natural.
Y de pronto descubría que esa señora canosa con un diadema y una sonrisa incrustados en la cabeza, la mano permanentemente alzada saludando, era, en el mundo actual, ¡una reina! Pero bueno, los ingleses son tan exóticos… ¿¡Cómo!? ¿Otros países europeos también? ¿Canadienses, australianos y otros son súbditos de SM y han votado por seguir siéndolo? ¿Y los reyes de España fueron instalados ahí por un dictador? ¿Y la gente no sólo lo acepta sino que gasta tiempo y dinero en revistas que hablan de ellos? ¿Les importa con quién se casan y cómo se visten?
“Pero es que son monarcas constitucionales, no gobiernan. Son adornos simbólicos que unifican al pueblo.” ¡Qué noción tan extraña de decoración y de unidad! Ah, por cierto, ¿esa “simpática y popular” familia real española se enteró de que ya no reinan por estos lados? ¿Qué vienen entonces a hacer a América, como quien visita la casa de campo familiar?
Es difícil comprender ese aspecto de Europa. Llevo doce años viviendo en Francia, donde se envió a los reyes a la guillotina, para reemplazarlos con otros títulos. Más allá de los realistas (¡sí, sí, y no son tan pocos!), los franceses en general siempre se buscan un rey. El presidente (que mantiene título y enormes privilegios de por vida) es un monarca y las autoridades su corte. Por eso se le perdona tanto al histérico megalómano “ex” con su menosprecio por sus súbditos.
Aún no deja de perturbarme esa aceptación de un orden de las cosas que parece incontestable. Por eso hace unos días, cuando los medios no tenían nada más importante que cubrir que la abdicación del señor Juan Carlos de Borbón, comprendí a qué punto un llamado que en otras comarcas parecería una evidencia, en la Madre Patria es prácticamente un grito de rebelión: ¡#ReferendumYA!
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