El próximo estreno en escenarios españoles de La Fiesta (Festival Grec de Barcelona 4 y 5 de julio; Sagunt a Escena, 29 de julio) nos sigue dando claves de por qué Israel Galván se ha convertido en uno de los artistas más admirados de la escena contemporánea. Continúa con su búsqueda de caminos amplios, libres y viscerales y, en esta ocasión, marcando su feroz heterodoxia, ha invitado a un buen grupo de artistas para que le acompañen en una nueva creación que, de nuevo, rompe esquemas.
Los bailaores El Junco y Ramón Martínez, la bailarina de contemporáneo y butoh Minako Seki, el guitarrista Emilio Caracafé, la bailarina, violinista y cantante Eloísa Cantón, la artista flamenca Uchi -una artista radical según Galván-, la cantante tunecina Alia Sellami y el cantaor, performer, animal escénico y político Niño de Elche son sus compañeros de viaje.
Estrenada en Alemania y Austria el pasado mes de mayo, para La Fiesta Galván se ha inspirado, en parte, con todo aquello que pasa entre flamencos cuando bajan del escenario y se abre para ellos ese momento de espontaneidad total. Me gusta que el ambiente que se respire sea muy libre, que no tengamos que estar forzados a nada. Todo vale, sin plantearse si es flamenco o deja de serlo, admite.
Además, durante estas semanas, el creador, que firma idea, dirección artística y coreografía, ha ido desgranando a través de las redes sociales algunas de las claves de la pieza: lo grotesco, lo atípico o lo diferente, junto a referencias a la filmografía de Val de Omar, a su admirado Vicente Escudero (tal vez el primero de los heterodoxos flamencos), a la escena del enano bailando en la habitación roja de Twin Peaks o a Balthasar Mathé, bailaor del siglo XIX apodado Mate Sin Pies, quien bailaba sobre sus dos muñones.
Una fiesta puede hacerse de muchas formas, hasta la muerte se celebra con una fiesta, comenta, y en esta hay también mucho de desahogo para plasmar diferentes estados de ánimo. Baile, sonidos guturales, pinceladas de ópera, sonidos hechos con el cuerpo, jaleos, cante y sobre todo, un Galván que sigue exprimiendo sus inacabables dotes expresivas, mostrando su código flamenco desde la más absoluta honestidad.
Pedro G. Romero, compañero habitual del bailaor firma lo que han llamado “aparato dramatúrgico”, Carlos Marquerie el diseño de iluminación, y un amplio equipo de artistas se suma a los que estarán en escena junto a Galván. Entre ellos, Niño de Elche, con quien ya ha trabajado en La edad de oro (2005) y La farsa monea, propuesta con la que participaron en la edición ateniense de la Documenta de Kassel el pasado mes de abril, una performance sobre el dinero y contra el capitalismo feroz. Del cantaor dice: es un alma gemela, no tiene miedo, hace lo que cree que tiene que hacer, y eso conecta con la libertad.
Venerado por el público, por la crítica y por los programadores de los principales teatros y festivales del mundo, el universo creativo de Galván se alimenta de la búsqueda constante de esa libertad que ahora con tanta fuerza reivindica en La Fiesta.
Si en El final de este estado de cosas. Redux nos habló del Apocalipsis, y en La Curva marcaba esa línea torcida que se sale de lo establecido, en Lo Real/The Real/Le Réel habló del exterminio del pueblo gitano por parte de los nazis. Tras esta última, Fla.co.men, inversión gráfica y también sustancial del flamenco, recuperaba momentos de su larga carrera en una celebración coral y bulliciosa que ahora con La Fiesta extiende y aumenta hasta nuevos límites.
Israel Galván, emancipado de las ataduras que en el principio de su carrera le unían al flamenco más tradicional, nos ofrece una experiencia radical, colectiva, un ejercicio de libertad artística que ensancha los caminos del arte.
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