La revista Nickel Odeon, que ya no se publica, ha tenido el fino detalle, más cultural que comercial, de reeditar uno de sus mejores números, poniendo así al alcance de sus seguidores el justamente celebrado monográfico titulado escuetamente “El western“, dirigido por Juan Cobos y aparecido originalmente hace una veintena de años.
Ahora nos llega en forma de libro, 346 páginas en gran formato, artículos memorables, una encuesta ambiciosa y muy entretenida –por las conocidas firmas que participan en ella- y decenas y decenas de fotografías espectaculares en un nítido blanco y negro, con frecuencia a página completa.
Notorius, editora de Nickel Odeon, tiene descatalogados muchos de su mejores números, pero otros, recomendables para todo cinéfilo de pro, se pueden conseguir todavía vía Internet. Compré “El western” hace unas semanas en La Casa del Libro de Valencia por 27,96 euros. Un dinero bien gastado.
Hablemos primero de la encuesta “100 españoles y el western“. En ella figuran las meditadas elecciones de Carlos Aguilar, Esperanza Aguirre, Jaime de Armiñán, Francesc Betriu, Guillermo Cabrera Infante, José Luis Garci, Jorge Grau, Fernando Guillem, Manuel Gutiérrez Aragón, Alfredo Landa, Juan Marsé, Sigfrid Monleón, Paul Naschy, Gonzalo Suárez… Cada encuestado tenía que elegir sus diez películas preferidas en el género.
El western más votado fue La diligencia (John Ford, 1939, con 54 votos), seguido de otros dos títulos de Ford, El hombre que mató a Liberty Valance (1962, 53 votos) y Centauros del desierto (1956, 52 votos). El cuarto lugar lo ocupa mi western favorito, el más lírico y apasionado de la historia, Johnny Guitar (Nicholas Ray, 1953, con 48 votos). Sin la fantasmagórica Joan Crawford, esa película sería mucho menos de lo que es. Pero resulta que ella es la protagonista y cinematográficamente lo ennoblece todo con su poderosa presencia (en la vida real dicen que era un mal bicho, pero ese es otro terreno en el que ahora no toca entrar).
En la encuesta no hubo grandes sorpresas, pero sí alguna. Me sorprendió, por ejemplo, ver que Armiñán elige para el puesto número 10 de su lista a Los hermanos Marx en el Oeste (Edward Buzzell, 1940), que es una película cómica –nada brillante, en mi opinión- más que un western.
Otra sorpresa: Grupo salvaje (Sam Peckinpah, 1969) fue citada por 25 encuestados. Uno de cada cuatro de los consultados se acordó de esta sobrevalorada y efectista película. Dado el prestigio de Grupo salvaje, haber cosechado 25 votos podría decirse que es poco. Pero, para mí gusto, muchos votos son.
Detrás de ella, peor clasificadas, aparecen otras muy superiores: Sin perdón (Clint Eastwood, 1992, 19 votos), Encubridora (Fritz Lang, 1952, 14 votos), Hombre del Oeste (Anthony Mann, 1958, 10 votos), El pistolero (Henry King, 1950, 8 votos) o La legión invencible (Ford, 1949, 8 votos). A veces, la truculencia gana popularmente la partida al gran estilo y la poesía auténtica.
“El western” dedica excelentes artículos, entre otros, a Nicholas Ray (autor del texto, Jos Oliver), Raoul Walsh (a cargo de Miguel Marías, mi crítico de cabecera, lástima que se prodigue tan poco), Delmer Daves (Javier Coma recuerda a este gran y semi-olvidado director), Anthony Mann (por Miguel Rubio), y naturalmente John Ford (con dos aproximaciones a su filmografía, una de Gonzalo Suárez y otra de Miguel Marías, que en aquella época, años noventa, por lo visto estaba más predispuesto que ahora a sentarse para escribir).
El cuerpo central de la revista-libro se centra en el análisis de cincuenta westerns, entre ellos algunos que no figuran en los primeros lugares de la encuesta: Más allá del Missouri (William A. Wellman, 1951, texto de Ramón Gómez Redondo), Veracruz (Robert Aldrich, 1954, articulo de Vicente A. Pineda) o, para gozo mío, Duelo en el barro (Richard Fleischer, 1959). Y digo para gozo mío porque es uno de mis westerns amados (debido a que en el fondo es un antiwestern, como también lo son Johnny Guitar y Encubridora, tonalidad a la contra que me fascina salvo que se trate de una parodia, odio las variantes desmitificadoras o burlonas) y porque el análisis de la película lo hace, magistralmente, Miguel Marías (“Casi una obra maestra”, se titula el artículo, y su comienzo es algo extraño: No es, en sentido estricto, mi western favorito, pero sí, sin la menor duda, uno de los que prefiero).
José María Prado, director de la Filmoteca Española durante casi tres décadas, entrevista en el último tramo de Nickel Odeon al realizador Budd Boetticher (1916-2001), al que por cierto yo también entrevisté en el Parador Nacional Luis Vives, con motivo del homenaje que en 1995 le tributó Cinema Jove. La entrevista es larga y buena.
Boetticher, director de numerosos westerns duros y lacónicos, siempre daba juego, era un gran conversador: Solo hay dos actores a los que he odiado realmente en todas mis películas: Ray Danton y Gilbert Roland. Quizá en el fondo, a un actor le convenga que el director le odie, porque se esfuerza más con él. Curiosa teoría profesional que hunde sus raíces en el psicoanálisis. Es posible que Boetticher tuviera razón.
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