Cuando el personaje de Prairie vuelve a casa por sorpresa después de varios años, sus padres ancianos no dan crédito al hecho de que su hija adoptiva haya recuperado la vista. Cuando la perdieron, Prairie era ciega. Ahora, parece desorientada y tiene la necesidad de encontrar a cinco personas que la escuchen contar lo que precedió a su vuelta al hogar.
En uno de sus primeros encuentros con otras personas de su pueblo, Prairie logra hacer sumiso a un perro que la atacaba mordiéndole en el cuello, mientras varios jóvenes asisten al macabro espectáculo. En otro, enfrenta a una profesora a la que acusa de haber perdido su vocación haciéndose pasar por la madrastra de un alumno.
Todos los personajes que presencian o protagonizan esas escenas acaban en círculo alrededor de la protagonista para escuchar su historia. Y es la actriz Brit Marling, que interpreta a Prairie en la apasionante nueva serie de Netflix The OA, la única razón por la que la serie consigue su primer y más valioso propósito: hacer creer a los espectadores que alguien tan socialmente confrontacional como ella logre atraer a cinco individuos para que se reúnan a su alrededor a escuchar un relato sobre su trauma.
Sin el ancla que supone Marling, el planteamiento de The OA se desestabilizaría, pues su propuesta no sólo exige del espectador en ese primer contexto, sino que deriva en giros argumentales y saltos de género que van desde el sci-fi al thriller, pasando por el drama psicológico o el fantástico.
La dependencia de Marling es conocida. The OA está escrita a medias entre Marling, Zal Batmanglij y otros tres guionistas. Marling y Batmanglij se conocieron en la universidad y juntos han trabajado ya en las películas The East y Sound of my Voice. Este último filme también basa gran parte de sus logros en la enigmática fuerza interpretativa de Marling como la líder de una secta religiosa, con lo que no es novedad que Batmanglij esconda sus carencias en la dirección tras el rostro de la actriz.
Precisamente, Batmanglij pierde el control de la escena del ataque perruno por desgana formal. Es tan escueta la secuencia que el realizador no logra recautivar al espectador hasta que Marling vuelve a acaparar el plano.
Pero de la misma forma que Batmanglij se debe a Marling, los espectadores deberían hacer lo propio. Es ella el corazón y el portento de The OA. También la que mantiene en vilo el que es un relato fascinante de giros y entresijos, suspense e incredulidad, romance y desesperación, amargura y homenaje. Y valentía.
Hay que considerar a The OA valiente por varias razones, siendo las principales su gestión de la estructura —el primer episodio, con un cold opening de 40 minutos, es toda una declaración de intenciones— y lo estrafalario de su deriva argumental. Porque los vaivenes narrativos entre la Prairie cuenta-cuentos, los flashbacks que ella relata y la pseudociencia que enmarca el conjunto son exigentes, en especial la idea (ojo, spoiler) de que una serie de movimientos coordinados pueden abrir portales dimensionales.
Toda esa línea la desarrolla The OA con marcados cliffhangers en episodios de duraciones cambiantes, lo que la hace distanciarse de propuestas más tradicionales que se adscriben a las exigencias minutadas de las programaciones televisivas. Además, su mitología se complementa con cada historia en paralelo, dando forma a un imaginario lo suficientemente complejo como para que los segundos visionados se acojan con gana.
Claro que al final es Marling quien mantiene de pie los escenarios que pueblan The OA. En el centro del círculo de historietas, agarra con fuerza los hilos dramáticos de todo el filme y es su sacrificio interpretativo (y más) el que impacta con mayor fuerza. Porque la épica de The OA no está en sus bailes extravagantes o en la resolución de su intrincado mapa argumental, sino en el rostro de Marling cuando la serie se está apagando.
Son los ojos de Marling los únicos que consiguen que la conclusión de The OA no sea una mera provocación y sí un merecido homenaje a los valientes. Y el atrevimiento de Netflix con esta serie no debería empañar lo que es de verdad osado: poner tu cara en este trabajo con lo delicado que es el tema con el que cierra el telón. Así que sólo queda aplaudir.
PD: Teniendo en cuenta los riesgos y las ambiciones de The OA, creo muy interesante complementarla con las películas Upstream Color, de Shane Carruth; y La joven del agua, de M. Night Shyamalan.
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