Si bien el universo Star Wars cuenta ya con diversos spin-off (recordemos, por ejemplo, aquellas películas independientes sobre los Ewoks), Rogue One: Una historia de Star Wars es la primera que se presenta en sociedad con unos valores de producción y un equipo artístico a la altura de las secuelas más celebradas de la saga. La película se sitúa entre el Episodio III: La venganza de los Sith y La guerra de las galaxias (Episodio IV: Una nueva esperanza), y cuenta la historia del grupo de rebeldes de la Alianza que logró robar los planos de la Estrella de la Muerte.
Dirigida por Gareth Edwards (Monsters, Godzilla), Rogue One se destapa, por méritos propios, como una de las mejores entregas de la franquicia. Una cinta que se atreve a proponer cosas nuevas, tanto a nivel visual como en las intenciones y tono de la historia, y que no se contenta con ser una relato más de Star Wars lleno de homenajes sin ton ni son. A continuación, van cuatro razones que hacen grande este spin-off.
#1 Un blockbuster atípico
Solo hace falta nombrar los títulos de los que bebe Rogue One para comprobar que estamos delante de un blockbuster diferente y, felizmente, de la vieja escuela. Los héroes de Telemark, El puente sobre el río Kwai o referentes más actuales como Serenity de Joss Whedon, que también bebía de géneros añejos. La película de Gareth Edwards es casi una historia bélica clásica que recupera la mejor versión del George Lucas galáctico; otro enamorado de las cintas de guerra vintage. La puesta en escena de Rogue One es elegante y nada estridente, la acción es diáfana, los conflictos morales de los personajes (la mayoría estereotipados pero con encanto) está bien presentados, y el crescendo continuado de emoción funciona hasta estallar (nunca mejor dicho) en un desenlace memorable.
#2 Más allá del fan service
Desde que George Lucas decidiera revivir el universo Star Wars en 1999 con un trío de precuelas (ojo todas ellas interesantísimas) y, hace solo un año, J.J. Abrams diera nuevo lustre a la saga con el notable Episodio VII: El despertar de la Fuerza, la nueva era de la franquicia ha estado muy ligada al fan service. Vamos, dar al seguidor de Star Wars justo lo que espera, contentarlo con homenajes, sin sorpresas; algo lícito pero carente de riesgo. Pues bien, Rogue One también presenta guiños evidentes (el mejor: el tributo a Peter Cushing), pero a la vez, gracias a su condición de spin off, se atreve a ir por libre y a crear su propia imaginería, tanto en la forma como en el contenido. Edwards rompe, y bien, con el modelo de secuela.
#3 La historia de Star Wars más oscura
Sí, Rogue One tiene el honor y el privilegio de ser la primera película de la franquicia que opta por una vena trágica nada disimulada que, ojo, le sienta muy bien. De hecho, si se empatiza con ella, deja un poso agridulce que no abandona al espectador en unos días. En ese sentido la oscuridad de Rogue One está por encima de la que mostraban las dos entregas más tenebrosas de la saga: Episodio III: La venganza de los Sith y Episodio V: El Imperio contraataca. Una cosa más, la película de Gareth Edwards es valiente también a la hora de retratar el lado menos glamuroso de la resistencia rebelde galáctica.
#4 Diversión pulp
Frente a la vena trágica que citábamos en el apartado anterior, Rogue One propone, como contrapunto más relajado, varias fugas al cine de serie b de pura cepa. La primera aparición de Darth Vader sin el traje oficial, el robot socarrón y valeroso con la voz de Alan Tudyk, el muestrario de criaturas creadas por Neal Scanlan (que ojo, no solo utiliza tecnología digital para crearlos. También hay efectos prácticos), el personaje pasado de vueltas de Saw Gerrera (un Forest Whitaker alucinado), el jedi al que pone cara Donnie Yen, o varios deus ex machina en el guion concentrados en el tramo final son algunas de las disfrutables licencias pulp que se toma la película.
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