Pantone ha hablado. Como cada año por estas fechas, la institución que parte la pana en materia cromática ha anunciado cuál será el tono oficial a partir del 1 de enero. Y la cosa está verde. No porque los expertos no se hayan decidido, sino porque la suma de azul y amarillo ha sido la ganadora. Durante los 364 días siguientes a Año Nuevo, el verde dominará nuestras vidas: desde el diseño gráfico, hasta el de moda, pasando por el interiorismo, los envoltorios de cuanto compremos y hasta lo que nos llevemos al buche… ¡Todo será verde verdor! Sí, así se llama el elegido. Los colores, según Pantone, siempre llevan apellido. Los de 2016 fueron el rosa cuarzo y el azul serenidad (aunque luego la realidad se empeñara en darle protagonismo al amarillo chaqueta-de-Zara). El mote de la tonalidad de 2017 les ha quedado un tanto redundante, la verdad. Porque el verde verdor, ¿cómo de verde es? ¿Mucho o poco? Yo me imagino este verde verdor muy verde, casi tanto como un viejo guarrindongo o un chiste ídem.
Pero cuidadito con los chascarrillos, que la elección de este verde llega cargada de intención y de mensaje entre buenrollista y apocalíptico. Dicen los mandamases de Pantone, y en concreto su directora ejecutiva Leatrice Eiseman, que el verde verdor (greenery) florece para traernos la ilusión que anhelamos colectivamente, en medio de un complejo panorama social y político. O sea, que si vestimos de verde todo el año será por culpa de Donald Trump.
Añade la señora Eiseman que este color tiene un efecto rejuvenecedor y revitalizante y que, además, nos conecta con la naturaleza, a los unos con los otros e incluso más allá. El verde verdor es el maná de los cielos y nosotros sin saberlo. Gracias a este horizonte verdoso, se va a resolver lo del Brexit, lo de la guerrila colombiana, el panorama político en Italia y en Francia, la cuestión catalana y hasta la crisis del PSOE.
No dudo de los argumentos que esgrime Pantone ni del poder sanador de la cromoterapia (que es como la homeopatía pero con colorines), aunque solo quiero recordar aquello que decía mi abuela: Quien con verde se atreve, por guapa se tiene. Y no sé si belleza tendremos, pero optimismo nos hará falta en cantidades ingentes para convencernos de que un verde verdor es la panacea. La esperanza, que precisamente es verde, es lo último que se pierde.
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