No juzgaré si han desafinado, ni opinaré sobre la dichosa “cobra”. Y no lo haré porque aún estoy en shock. El concierto de los chicos de OT1, quince años después de su paso por la Academia, revela que allí aprenderían a cantar, pero desde luego no a vestirse… Clicad en los vídeos porque es en movimiento cuando verdaderamente estos atuendos nos devuelven a 2005.
Además de darle patadas a los idiomas de Shakespeare y de Molière, las chicas aprovecharon su versión de “Lady Marmalade” para lucir corpiños inenarrables, lentejuelas a cascoporro y toda prenda que habría hecho feliz a Ana Obregón para un especial de Nochevieja.
Bustamante, con nueva talla, tuvo problemas con el ajuste de su traje. El botón le tiraba, el cuello de la camisa y las solapas no encajaban… Gisela tampoco estuvo acertada con la elección en particular de sus accesorios: demasiados elementos reclamaban la atención de quien la observara. Recogido cardado, pendientes excesivos, transparencias y aberturas sexy y una pulsera desconectada del resto del conjunto. Viven por ella… Y esa “ella” no es la moda.
Chenoa, para pasar por semejante trance, optó por dejar el chándal en el armario. El tul (demasiado claro) de la parte superior de su vestido no cumple su función y el trampantojo queda arruinado. Parece sacada de una boda del casino de Palma, donde trabajaba antes de pasar por el programa. Bisbal opta por un pseudoesmoquin de terciopelo con animal print. Ojalá se hubieran quedado ambos escondidos, pero en sus respectivos camerinos.
Solita y garbosa esta vez, Chenoa se atrevió a cantar su primer éxito y a enfundarse esta especie de disfraz de vampiresa sexy: las asimetrías, si no fluyen, mejor evitarlas (como lo de llevarse bien con un ex, vamos, lo mismo).
Transmutada en una especie de Norma Duval supertonificada, Verónica apareció sobre el escenario para reivindicar su single “Bésame”. Maillot de lentejuelas, panties negros transparentes y rizos helicoidales. Y aún así, su apariencia no fue lo más disonante de la actuación.
¿Sabéis cuando una inspiración es demasiado literal y tu propuesta artística resulta obvia? Pues Nuria Fergó no y por eso pisó la arena del Sant Jordi bien torera, cual Pantoja en mejores tiempos, y enfundada en satén rosa y presumiendo de volantes capotescos en la falda. Su “Brisa de esperanza” fue cualquier cosa menos un soplo de aire fresco.
Para la traca final, con dieciséis personas sobre el escenario, los cantantes se pusieron de acuerdo: blanco, negro y algún brillo. Me sorprende el acierto de Mireia, con un vestido de aires diorescos, y no comprendo el empeño de ellos en lucir camisetas (la de Manu Tenorio con cuello en V) con americanas y jeans. Lo de Alex Casademunt, cual Filemón Pi con pajarita y camisa blanca sin chaqueta, merece mención aparte y las plumas de Gisela esta coplilla: Aunque sean diferentes y les una una obsesión, cantando hacen su vida pero visten siempre atroz.
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