El maestro del cine musical en España, Carlos Saura (Huesca 1932) ha saldado una deuda con su tierra natal. Jota de Saura es la película recién estrenada en la, que con su maestría habitual, insufla vida a un género, la jota, a la que sus conocedores diagnostican pocas pulsaciones, pero esperanzas de recuperación. Y no por falta de riqueza, peso histórico o belleza sino porque hace tiempo que dejó de conectar con la gente.
Miguel Ángel Berna, bailarín y coreógrafo aragonés, cuyo trabajo se ha desarrollado en torno a la jota desde los ocho años así lo señala: desde el momento en que el baile solo se hace en los escenarios es que ha dejado de ser de la gente. Por eso una de las tesis que defiende el director y su equipo es que la jota puede ser bailada en cualquier lugar y circunstancia como forma de expresión del momento.
Berna ha tenido un papel destacado en la película de Saura al encargarse de las coreografías. El lleva años renovando la jota, buscando en sus raíces, documentándose, fusionándola con la danza de ahora en espectáculos que han buscado darla a conocer para que conecte de nuevo con la gente. Pese a ello y a la repercusión del documental de Saura, no se muestra muy optimista, tal vez recordando su travesía del desierto desde que comenzó a modernizar el baile de su tierra.
La falta de apoyo y de compresión han sido compañeros de camino de Berna, quien ha perseverado en su intento hasta llegar a tener una visible notoriedad en su entorno, aunque reconoce que si ahora tuviera que elegir qué camino de la danza seguir sin duda hubiera sido otro.
Saura firmó su primera trilogía de cine musical con Bodas de sangre (1981), Carmen (1983) y El amor brujo (1986). Después vendrían sus documentales sobre el flamenco, las sevillanas, los fados, la música argentina… un género del que es un referente.
En la película ha querido enseñar la jota de otra manera y para ello ha contado con el violinista libanés Ara Malikian, con el gaitero Carlos Núñez (quien según nos cuenta Berna ya en los 90 fusionó la jota con el flamenco), el guitarrista José Manuel Cañizares, la cantante Carmen París, la bailaora Sara Baras y un largo número de artistas.
Una de las declaradas ilusiones de Berna había sido trabajar con Saura. Después de una breve oportunidad en el film Iberia, ahora ha tenido la ocasión de hacerlo mano a mano. La película es muy bonita, pero claro, es la visión de la jota de Carlos Saura, añade.
Lo cierto es que la jota, no solo la aragonesa, -tal vez la más conocida por su espectacularidad-, al igual que el resto de manifestaciones folclóricas, han sufrido un abandono histórico que solo la desinteresada labor de los apasionados ha conseguido minimizar.
Saura,Sara Baras y M. Angel Berna en el rodaje de Jota
Un apoyo público demasiado reciente intenta desagraviar a las manifestaciones populares, aquellas que presentan la idiosincrasia de cada lugar y pueblo. Aunque para quitarles las supuestas connotaciones negativas, de algo desfasado o casposo, también se haya cambiado el nombre: de bailes folclóricos a bailes de raíz.
Cardía es la próxima aventura escénica de Berna, un espectáculo para seis músicos y siete bailarines, que se estrena el 16 de diciembre en el teatro Principal de Zaragoza y que aborda la ritualidad, los ciclos de vida y muerte y la falta de conocimiento de la sociedad actual sobre estos rituales que siempre han aportado sentido a la vida de las comunidades.
Manos en la cintura, giro de torso a izquierda y derecha, acompasamiento del cuerpo mientras arranca la música, y después, la explosión de ritmo con saltos imposibles y vueltas acrobáticas, cante, guitarrón y castañuelas de fondo. La jota es eso, pero también mucho más.
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