¿Qué tiene que ver un tacón con una proyección? ¿Lo que luzcan unos pies con el resultado de un palmarés? Tanta atención a los zapatos es de auténticos pazguatos.
Será un rumor, será mentira, pero el dichoso tema de “tacones, sí; tacones no”, en el Festival de Cannes ha levantado más ampollas que unos stiletto sintéticos.
Antecedentes: la revista Screen asegura que las asistentes a una de las proyecciones han sido reprendidas por no llevar tacones altos. Consecuencias: reacciones airadas, tuits de Eso es mentira, tuits de A mí me pasó lo mismo, boicots promovidos por actrices, y hasta actores bien machotes dispuestos a subir la escalinata del Palais des Festivals encaramados a unas plataformas de reinona. Resultado: un desmentido oficial y el rumor funde finalmente a negro.
Para los que andáis preocupados, os aseguro que el equipo de El Hype desplazado a Cannes no se ha visto afectado por la polémica. A nosotros no nos gana nadie a glamourosos, divinos e ideales, y somos de tacón diario, cuanto más estratosférico mejor. En La Croisette, Eva Peydró y el resto de enviados han cumplido con la etiqueta y en sus maletas no metieron tablets ni cuadernos, solo unos Louboutin de doce centímetros de alto. De hecho, servidor, solidarizándose con el equipo, para escribir este artículo se he calzado unos Jimmy Choo, que son el remate idóneo a sus pétreos gemelos peludos.
Lo extraño de la polémica es que ha surgido en un entorno -las alfombras rojas- donde son habituales los errores garrafales en lo que a exhibición de elegancia se refiere. Para tocar aún más los tacones, las afectadas han sido personas anónimas, ajenas a la pose frente a un photocall. Señoras, en definitiva, con juanetes, ya que muchas de ellas adujeron motivos médicos para no ir en zancos.
Ningún -ojo de- pollo se habría montado si Cate Blanchett o Diane Kruger se hubieran plantado sobre el tapis rouge bien planas, con unas bailarinas de Chanel: todo el mundo habría aplaudido su elección. Pero no, una señora de Cuenca no puede ir con sus “confort 24 horas” por Cannes. A las actrices, en cambio, se les perdonan horteradas del tipo “sandalias con panties“, “mule puntiaguda noventera” o hasta que independientemente de lo que calcen se envuelvan en tocino para ir a un evento.
Hipócrita todo esto, cuando además un tacón y una alfombra -no por roja, sino por mullida- son enemigos acérrimos. La altura del primero no se puede ponderar con exactitud a menos que arrojes a un becario sobre la segunda, a los pies de cada invitada y con una regla en la mano. En Cannes, aunque presuman de glamour, han demostrado ser más de pueblo que un Bar Manolo, al tratar de medir la elegancia de una mujer por la altura de sus Manolos.
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