Paolo Sorrentino ha presentado en un evento especial del festival de Venecia los dos primeros capítulos de la serie en diez episodios The Young Pope, producida por las cadenas HBO y Sky y que trasmitirá este otoño.
Con su estilo inimitable, donde ironía y tono surrealista van de la mano, el director napolitano consigue ofrecer un retrato nada usual del Vaticano y sobre todo del personaje interpretado por Jude Law, Lenny Abelardo, nuevo pontífice con el nombre de Pío XIII. El filme tiene un tono de comedia, con virajes hacia una dureza de carácter fuertemente dramático, describe las primeras horas del papado de un joven e intransigente cardenal americano elevado al trono de Pedro.
Sorrentino opta, como era previsible, por una descripción visionaria del entorno papal haciendo hincapié en una serie de episodios y de descripciones de los diferentes personaje; figuras que divierten al principio el espectador, pero que a lo largo del metraje se ven víctimas de una perspectiva teológica que suena terrible y amenazadora.
El ritmo lento, y algunas situaciones repetidas, dejan en entredicho la capacidad del director de seguir adelante sin caídas, por otros ocho episodios. Sin embargo, la curiosidad es mucha y, por suerte, habrá que esperar poco. Excelente Diane Keaton, en el papel de Mary, una monja americana que ha criado a Lenny en el orfanato, así como Silvio Orlando en el del Secretario de Estado, Cardenal Voiello.
Por el contrario, la primera película italiana del certamen ha dejado irritados y desconcertados tanto al público como a la crítica, mientras que la segunda ha referido una sensación de insustancialidad. El tema de la tensión humana a la inmortalidad, a través de varios elementos –fuego, aire, agua, tierra y éter–, es el eje central de Spira Mirabilis.
Los directores Martina Parenti y Massimo D’Anolfi ponen en sucesión una serie de episodios, casi sin diálogos, que de forma simbólica deberían aclarar el argumento, aunque al final no dejan nada claras las razones de sus elecciones. Sale una obra demasiado críptica, extremadamente larga y repetitiva y que, a pesar de aclarar algo en los últimos treinta minutos, deja mucho espacio al bostezo.
Piuma de Rohan Johnson, por otro lado, se enfrenta al tema del embarazo por accidente y la paternidad de una pareja de adolescentes romanos con una superficialidad algo irritante, pese a algunas buenas interpretaciones en los papeles de los padres de la pareja. El tono de comedia es divertido a ratos, pero al final bastante anodino.
La fuerza interior e integridad de las heroínas del cine del Oeste han inspirado al director holandés Martin Koolhoven para realizar Brimstone. Pese a ser una producción europea, el paso narrativo parece totalmente inspirado en el cine estadounidense, en particular al de Tarantino, en referencia a la violencia extrema a la que se enfrenta el personaje de Liz, interpretado con gran intensidad por Dakota Fanning y Kit Harington en diferente momentos del relato.
La obsesión religiosa de un padre de la iglesia (un intenso, pero algo exagerado Guy Pearce) proveniente de Holanda es el desencadenante de una persecución sin pausa, que toca niveles de horror y locura que dejan sin aliento. Sin embargo, en la parte final de la película, las soluciones narrativas se hacen demasiado previsibles, así como redundantes los temas del argumento, dejándonos una obra interesante pero no del todo lograda.
En el fin de semana de la Mostra, tras el interesante El cristo ciego del que ya escribimos en nuestra primera crónica, ha presentado además otros dos títulos latinoamericanos de interés dentro del certamen. Notable fue El ciudadano ilustre, dirigido por la pareja Gastón Duprat y Mariano Cohn, cuya colaboración se remonta a hace dos décadas.
El premio Nobel de literatura Daniel Mantovani (un excelente Óscar Martínez), desde hace años residente en Europa vuelve a Salas, en Argentina, para un homenaje especial. Es su tierra el literato se enfrenta a sus raíces y las caras que han inspirado sus personajes.
El viaje en manos de los dos directores argentinos se convierte en un irónico, pero con tintes casi trágicos, enfrentamiento entre una visión progresista –a momentos cínica– de Mantovani y el entorno del pueblo, donde aprecio y desdén marcan el progresivo comportamiento de los personajes. Al final, resulta una obra eficaz, divertida a ratos y con lenguaje y ritmo visuales que nunca cansan al espectador. De lo mejor visto en el festival.
Mucho menos interesante, sin embargo, La región salvaje, del director mexicano Amat Escalante, premiado en Cannes en 2013 por Heli. Los personajes del largometraje –habitantes de la región de Guanajuato, las más católica de México– soportan una vida sin amor, donde el deseo vive sólo a través de pulsiones prohibidas como el machismo exasperado o la homofobia.
La solución parece encontrarse en una cabaña, donde un ser extraterrestre llegado con un meteorito satisface el puro placer erótico con sus tentáculos. Un rito obsceno de purificación que desemboca en el sacrificio, y que el realizador mexicano describe con denso realismo, pero que a nivel de guion no procede con la necesaria lucidez dejando el evidente elemento perturbador del tema sin desarrollar por completo.
Francia ha puesto otra vez muy alto el listón de la calidad. Une vie, de Stéphane Brizé, logra adaptar la novela de Guy de Maupassant de forma original sabiendo trasmitir la sensación de agobio y de ilusiones perdidas que atañen la vida de la protagonista.
Su protagonista es una noble dama joven del siglo XIX, Jeanne, magistralmente interpretada por Judith Chemal. El uso del 4:3 y de abundantes planos muy próximos a los protagonistas funciona muy bien para relatar una vida que parece desarrollarse sin verdadera perspectiva sino la de ser prisionera de hábitos y costumbres, de afanes y desilusiones que terminan en un vacío que solo el final parece iluminar de positividad. Un estupendo ejemplo de estilo cinematográfico y transposición de la literatura.
Finalmente, pocas palabras sobre las dos películas americanas a concurso. Irritante, y con un guion sin pies ni cabeza, The bad Batch de Ana Lily Amirpour. Enésimo pésimo ejemplo de cine post apocalíptico en el desierto (en este caso mexicano) dominado por violencia y gran guiñol. Para el olvido.
Mejor Terrence Malick con su Voyage of Time: Life’s Journey. Un documental al estilo visual del director americano que parece ser una versión más amplia de la sección cósmica de The Tree of Life. Imágenes bellísimas y espectaculares que describen el nacimiento del universo, de la tierra y de la vida, hasta la llegada del hombre se unen a otras, filmadas con una videocámara, sobre ritos y hábitos de varios pueblos del planeta.
Solo la voz off de Cate Blanchett acompaña el viaje remarcando las habituales obsesiones y preguntas filosóficas de Malick sobre el sentido de la naturaleza, vista como madre y posible vehículo de un amor universal. Obra fascinante como confección visual, pero algo cansina y que no aporta nada de especial a la filmografía del famoso director estadounidense.
Fuera de concurso, poco que decir sobre el bien realizado, pero algo retórico, Hacksaw Ridge de Mel Gibson, mientras que, por el contrario, resulta especialmente hermoso el documental de Andrew Dominik One More Time with Feeling dedicado a la figura de cantautor australiano Nick Cave.
Rodado durante las sesiones de grabación de su último álbum Skeleton Tree, el largometraje se divide entre entrevistas al artista, que revive y analiza su arte, y la reacción emotiva de él y de su mujer por la reciente pérdida del hijo, con momentos de las grabaciones de las canciones del disco. Dominik consigue un acercamiento muy discreto, y con momentos que intentan con éxito ser cercanos, al sentido de la poesía de Cave. El uso del 3D sumerge al espectador en la intimidad del artista resultando muy pertinente gracias también al uso de un maravilloso blanco y negro.
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