Durante el festival, la ciudad de Cannes es un reducto donde si pisas a un viandante tienes el 80% de posibilidades de que sea un crítico de cine. Una convención de vendedores de seguros que durara doce días y abarcara todas las ramificaciones del negocio también contaría con sus propias fakes news, bulos y leyendas urbanas.
Aquí todas tratan de cine. La polémica de Netflix se ha alargado cuanto se ha podido, incluidas las inexactitudes, por no decir absolutas tergiversaciones de una agencia de noticias española que “enfrentó” a Will Smith y a Almódovar respecto a sus opiniones sobre la distribución digital de películas, cuando los oídos de todos los presentes en la rueda de prensa del jurado escucharon lo contrario.
Hoy ha sido peor, un paquete sospechoso olvidado por un acreditado -que se ve obligado a cargar con kilos de impedimenta desde las ocho de la mañana hasta después de medianoche-, ha levantado las sospechas, y a los espectadores, que han debido abandonar el Palais hasta que se certificara la ausencia de peligro.
La imagen de Thierry Frémont en esmoquin, solo, en lo alto de la escalera, sobre la alfombra roja, iluminado por el sol crepuscular, con toda la legión de críticos y ejecutivos de la industria esperando en la calle ha sido más épica que cualquier película exhibida en 70 años de festival. En la cubierta de su Titanic, esperaba el cese de la alerta, a la vista de todo el mundo, comunicando claramente que el capitán no abandona el barco y será el primero en recibir a bordo a los pacientes (y asustados) viajeros una vez garantizada su seguridad.
Pero la cuarta jornada había empezado once horas antes, con 120 battements par minute, del marroquí Robin Campillo, un fresco histórico, reivindicativo y sensible, sobre el SIDA en Francia, durante el gobierno de Mitterrand. El filme narra una historia de amor enmarcada por las acciones no violentas de la plataforma Act-Up París y ha sido acogido por el público (o sea, la crítica) con grandes aplausos muy merecidos, sobre todo para su protagonista Nahuel Pérez Biscayart.
Elizabeth Olsen y Jeremy Renner protagonizan la primera película que dirige Taylor Sheridan, reputado por su guion de Comanchería. Al pase de Wind River ha acudido incluso Harvey Weinstein. La etiqueta basado en hechos reales tiene la capacidad de introducir en el cerebro de esta crítica un interrogante del tamaño de un rascacielos de Dubai, y pocas veces falla ese chivato. A pesar de la ovación que ha recibido el filme, sobre todo cuando aparece en pantalla el nombre de su protagonista, debemos reconocer que no hay atisbo de inspiración en el relato de un asesinato en una reserva india, en las montañas de Wyoming. La emoción la pone Renner, cuyo estilo interpretativo se presta como un guante a su personaje, un cazador a sueldo del gobierno.
El fiasco de hoy ha sido Las hijas de Abril, donde no brilla ni la enorme Emma Suárez. El director mejicano Michel Franco pretende hacer verosímil un drama familiar, con una madre adolescente, otra MILF y un novio de quita y pon. El ridículo no solo se roza, se traspasa sin vergüenza, no entendemos a dónde nos lleva Franco ni con quién, porque los personajes son gente a la que se le hace decir y hacer cosas, no hay carne ni sangre ni corazón en ninguno de los papeles que ha escrito.
La película china a concurso tampoco ha dejado buen sabor de boca, Walking Past the Future, de Li Ruijun es un culebrón repleto de desgracias y enfermedades, en el contexto de la crisis económica que obliga a una familia llegada veinticinco años antes a Shenzen a regresar a su pueblo, donde no hallarán las oportunidades que esperaban. La hija mayor, Yaoting, permanece para ganar todo el dinero posible aun a costa de su propia salud. La clásica historia de amor por correspondencia que al final desvela la identidad de sus protagonistas es otro factor que pretende avanzar la trama y retener al espectador, pero el resultado es igual que estar viendo una telenovela de 1.000 capítulos.
Tras el tremendo descalabro de su película The Search en el Festival de Cannes de 2014, se ha estrenado hoy la nueva película de Hazanavicius, Le redoutable. La curiosidad ante la perspectiva de ver un biopic sobre Godard, interpretado por Louis Garrel era máxima y no hemos salido decepcionados. Basada en la novela Un año después escrita por su joven esposa Anne Wiazemsky -protagonista de La chinoise y nieta de François Mauriac, la película es un homenaje que rebosa sentido del humor y realiza una voladura controlada de la personalidad política y creadora, de sus contradicciones y teoría artística, con valentía pero sin sangre.
Entre el 67 y el 69 acompañamos al recién casado Jean Luc en su faceta más política y comprometida (con otra polémica sobre el Festival de Cannes (la suspensión por mayo del 68), sin olvidar los efectos colaterales, en colegas y amigos, de sus opiniones lapidarias y testarudas, su extremismo y pasión por comunicar. La personificación de Garrel es exquisita y minuciosa, la ambientación, incluido el tratamiento del color, los rótulos, la música… contribuyen al homenaje continuo al director de Le Mépris.
Hazanavicius no mitifica ni desmitifica, para eso Godard se basta solo, pero la versión de ex esposa y compañera siempre es una aportación trascendente en la apreciación del biografiado, después, las opiniones.
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