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67 Festival de Cannes #3: Kawase y su árbol de la vida

En Cine y Series 8 junio, 2014

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

El Hollywood de Cronenberg, los obreros de Dardenne y el árbol de la vida de Naomi Kawase.

Después de Cosmopolis, Cannes esperaba a David Cronenberg con los ojos muy abiertos y así fue como le vimos desplegar un tablero de grandes letras blancas, colocar sus piezas (un actor infantil, una actriz madura desesperada, agentes, directores de casting, coaches, psiquiatras, asistentes personales…) y repartir unas desagastadas instrucciones.

¿A qué jugamos? Al viejo juego de Hollywood, donde los peones son reconocibles: politoxicómanos empapados en sexo poco canónico, asfixiados por la egolatría y propulsados a traspasar todos los límites de la dignidad humana por el pánico a quedarse en la cuneta, descolgarse del candelero y ser olvidados por los talk shows. Siempre complace al espectador levantar la alfombra roja y echar un vistazo a la basura y seguir las huellas embarradas de sus ídolos, sobre todo si van cuesta abajo.

Maps to the stars (2014, David Cronenberg)

¿Lo habíamos visto antes? Sí, de Minelli a Altman, de David Lynch a Woody Allen. Algunos añoramos el poder revulsivo, turbador, de otros directores que abordaron ese autoexamen con otras intenciones. La falta de discurso desinfla Maps of the Stars, porque al final nos queda ese recorrido a que hace referencia el título, la ruta iluminada por estrellas fugaces de papel de plata, cuyos hogares son objeto de peregrinación y que no sobreviven a su propia caricatura. Para seguir con Maps of the Stars, aquí podéis leer también la crítica de Violeta Kovacsics.

El director estadounidense Bennet Miller (Capote y Moneyball), llega con otra historia basada en hechos reales, que combina el patriotismo, la fortuna de un magnate, el deporte y la competitividad. En Foxcatcher, Steve Carell es «Eagle» Du Pont, el millonario fabricante de armas y mecenas de un equipo de lucha que cuenta con deportistas olímpicos, los hermanos Mark y Dave Schultz interpretados por Channing Tatum y Mark Ruffalo. El director  describe minuciosamente la megalomanía de este Mr. Burns y el argumento se orienta hacia el thriller y el drama con buen pulso, mucho oficio y algunos destellos de inspiración.

Naomi Kawase lo ha vuelto a hacer, como un diamante de Harry Winston en un escaparate de la Croisette, Still the Water refulgió en la pantalla, proporcionando una de las mejores experiencias de esta edición del festival de Cannes. Tejida con trabajados recursos que cohesionan en profundidad la historia, la película de la japonesa acomete un ambicioso tema, EL tema podríamos decir, el tránsito transformador que es la esencia del ser humano, el paso a la madurez, el enfrentamiento a la muerte como parte de la vida, nuestro lugar en el mundo, el papel que nos toca entre los otros seres vivos, la naturaleza y su poder que no se debe desafiar.

La historia de amor adolescente  entre Kaito y Kyoko en la isla de Amami es el eje sobre el que se arma una cosmogonía particular para conjurar el desconcierto y la necesidad de respuestas. Las imágenes y los diálogos funden placidez y dramatismo, acordado con la furia de la naturaleza y la ira adolescente que se desata ante el desafío de la incomprensión, al necesitar nuevas claves para asumir conductas inexplicables y turbadoras.

Still the water (2014, Naomi Kawase)

Los hermanos Dardenne, que juegan en casa, han estilizado la dureza de la vida del pobre en Deux jours, une nuit, una víctima arrumada en el vertedero creado por la gran estafa del siglo. Allí yacen desesperados y vencidos todos los prescindibles. La crisis económica provocada en las cuentas de los más débiles del escalafón es tan brutal por sí misma, tan comprensible y retratable que hacen falta pocos recursos estilísticos para filmar la larga agonía de una clase creciente en tamaño e indiscernible en el pelaje y origen social y geográfico.

Los directores belgas afrontan una vez más la cuestión de la dignidad residual, deudora también de las circunstancias que, como en el más feroz de los reality show, sacan lo mejor y lo peor de nosotros mismos, sin que las normas adquiridas tengan ningún peso en este abordaje de los botes salvavidas.

Deux jours, une nuit (2014, Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne)

En esta caligrafía tan identificable y familiar a sus seguidores, los Dardenne depuran sin arriesgar, desvisten sin prometer y entregan a la diosa Cotillard el sacrificio de su ya desprovista retórica. Ella lo merece, rentabiliza y a algunos emociona en su personificación de una mujer que no acaba de salir de la depresión y debe reaccionar al golpe del despido, creciéndose, sin sucumbir a la sádica y clásica jugada patronal, de cargar a los trabajadores con la responsabilidad de su desgracia. Muy aplaudida en el pase de prensa, para muchos, esta se lleva la Palma.

EL HYPE en Cannes

Festival de Cannes #1: Esperando a la mejor película

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