La paciencia de los críticos desplazados a Cannes va encontrando recompensa.
El cine de género subió la escalinata del Palais a lo grande, demostrando que todavía queda lugar para el buen western. The Homesman, dirigida y protagonizada por Tommy Lee Jones junto a Hilary Swank, volvió a elevar el nivel con la compacta belleza, sensibilidad y reciedumbre a que nos tiene acostumbrados el tejano. En esta ocasión, valiéndose de un original argumento que nos introduce en la intimidad del lejano oeste, con un detallismo nada amanerado en la factura y la temática.
El director narra una historia de mujeres, primeras víctimas de las duras condiciones de una nueva vida de prosperidad, que cobró un alto precio en el camino, en este caso, la salud mental de tres mujeres que deberán invertir su trayecto y volver al este guiadas por otra mujer de gran coraje (Swank) y un maduro buscavidas (Tommy Lee Jones). La veracidad de lo mostrado, el realismo que transpira cada secuencia o la empatía con que trata la locura y la solidaridad, se suman a la fluidez del discurso en el que todo lo que se cuenta parece nuevo, el respeto por las mujeres y su papel en la conquista del oeste obvia lo épico para honrar lo íntimo, sus necesidades y sus propios sueños.
Los protagonistas forman una pareja de enorme química, creíble sin trucos de guion ni diálogos previsibles, están muy bien construidos y Tommy Lee Jones borda un personaje heredero en parte del solitario Lee Marvin de La leyenda de la ciudad sin nombre (Paint your wagon, 1969), aunque sus bailes y canciones son fruto de una documentación exhaustiva en música tradicional, la misma que revela el tratamiento de otros aspectos del film.
Un certain regard nos ha ofrecido en esta edición la última película de Jaime Rosales, Hermosa juventud. Lejos aparentemente de los desafíos estilísticos a que nos tiene acostumbrados el director de La soledad, compartimos un año, aproximadamente, de la vida de una pareja de veinteañeros en el Madrid más popular, ambos carne de paro, falta de recursos, sin estudios, que, a pesar incluso de sus bajas expectativas, no logra abrirse paso en la vida.
El amor sobrevive como un fruto extraño en un erial de nulas perspectivas, sin esperanzas de mejora en sus condiciones, pero aportando la única fuerza posible para aguantar, cargando con la responsabilidad de mantener la lucha. La mirada hiperrealista de Rosales hacia su historia huye de la cercanía fácil, la compasión, la condescendencia, los juicios de valor…, pero tampoco se distancia de sus personajes con el ánimo objetivador de quien realiza un estudio antropológico.
La tremenda potencia de su película tiene como gran responsable a su protagonista, Ingrid García-Jonsson (Natalia), una talentosa actriz que transmite una carismática verdad. En cuanto a la técnica, una preocupación constante de Rosales, ya que siempre participa en simbiosis con sus obras, destacamos que ha sido rodada en negativo de 16 mm y un 20% del metraje se filmó con dispositivos amateur (móviles, mini-DV, webcam) por los propios protagonistas, mientras que todo el sonido fue grabado en directo, con la frescura e inmediatez que este aporta al relato.
También vimos en sección oficial la película italiana Le meraviglie, de Alice Rohrwacher (directora de Corpo Celeste, 2011), la historia de una familia con cuatro niñas liderada por un padre alemán que aun cree en los ideales del hippismo. Gelsomina, la hija mayor, interpretada por Alexandra Lungu, es el puntal de la familia y del film, su sorprendente madurez combinada con la ingenuidad del final de la pubertad seduce al espectador transmitiéndole las alegrías y decepciones que implica negociar con la realidad, aceptar como propios los sueños de los mayores y reconocer las propias ambiciones.
La honradez de la propuesta de Rohrwacher convierte Le meraviglie en una interesante película que permite mirar a los ojos sin prejuicios a sus personajes, aunque se queda en el aire una sensación de buenrollismo que le resta profundidad.
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