En lo que toca al cine de terror, el siglo XX ofreció un cuadro exhaustivo de amenazas y desvaríos, una nómina profusa de psicópatas y criminales, un exuberante circo de monstruosidades. El XXI es el siglo del terror, pero ¿cómo asustar a quién ya se ha asustado de todo?
El siglo XXI es el siglo del terror
Efectivamente, el XXI es el siglo del terror. Desde aquel septiembre de aviones asesinos, mes brutal y televisado, la inflación de seguridad y la docilidad con que se aceptó el subsiguiente recorte de libertades, no hubieran sido posibles sin el creativo mantenimiento de un clima de terror tan nebuloso como generalizado.
Al cine de terror le salió un poderoso enemigo en el telediario. También en las portadas de los periódicos católicos cuando hablaban de inmigración: tanto miedo querían dar.
De haber una película de terror capaz de ofrecer una imagen sintética de ese juego de suma cero disputado en nombre del terror, de ese nuevo e inestable imaginario del orden colectivo y de los mecanismos que lo posibilitan, esta sería The Village, la temprana película de Shyamalan, antitéticamente traducida por El bosque.
Sí, El Bosque certificó el acta de defunción de un género que en el XXI no necesitaba nacer. La explotación del miedo a partir de una amenaza exterior había constituido en el pasado todo un subgénero: el terror hacia el otro, la madastra y el padastro, hacia el desconocido o el extraño, el miedo a todo el mundo, el miedo al amante, al inquilino, a la mano que mece la cuna, al vecino y de forma naïve el miedo hacia el genérico… amenazante: pirañas, pájaros, arañas, tiburones, tomates and so on.
El siglo XXI comenzó con la regeneración del cine de terror
Efectivamente, en lo que toca al cine de terror del siglo XX, éste dio en algún momento síntomas de agotamiento formal y temático. La ínfima calidad de muchas producciones de los años ochenta encontraba en un público poco exigente su coartada perfecta para mantenerse en la desidia y la pereza. Sin embargo, al final de la centuria, Scream (Craven, 1996), El proyecto de la bruja de Blair (Myrick y Sánchez, 1999), o The Ring (Nakata, 1998) abrían tres sugestivos senderos a transitar: la deconstrucción distanciada del género, el terror cámara en mano en la época del selfie y la telefonía móvil, la mirada rasgada del cine oriental, respectivamente.
La técnica subjetiva, la deconstrucción, la mirada oriental… ¿Hay otros temas, subgéneros o senderos propios del cine del terror siglo XXI, siglo de la imagen, de narciso y del terror?
Sí, pero empecemos por allá.
Casualmente llevaba una cámara
La grabación amateur, el metraje encontrado, la cámara en mano, el teléfono móvil, el falso documental, la cámara fija casera son opciones formales que no siempre han sabido justificarse más allá de la cuestión de las posibilidades presupuestarias. Corolario de la moderación salarial y en general de la cultura como campo precario, el presupuesto limitado será una seña del cine de terror del siglo XXI.
En la estela inaugurada por El proyecto de la bruja de Blair, las películas que mejor partido han sacado a estas cuestiones han sido, en nuestra bloguera opinión, Monstruoso (Cloverfield, Matt Reeves, 2008), y Rec (Balagueró y Plaza, 2007).
Deconstructing Horror
En la línea de Scream, un claro exponente del cine de terror que analiza sus propias claves y se observa distanciadamente a sí, ha sido, La cabaña en el bosque, Goddard, 2012.
Soplo de aire oriental
I Saw The Devil, Kim Ji-woon, 2010; Infection, Ochiai, 2004; Dumplings, Chan, 2004; The Host, Bong Joon-ho, 2006 o Thirst de Park Chan-wook, 2009 son todas estupendas cintas de terror del siglo XXI.
Si no las ha visto no se preocupe.
Siempre habrá un remake americano.
Clásicos sofisticados
Arrástrame al infierno (Sam Raimi, 2009), El expediente Warren (James Wan, 2013), The Descent, (Marshall, 2005), Bienvenidos a Zombieland son estupendos ejemplos de temas clásicos (brujería, posesiones-encantamientos, fines de semana infernales y zombies) técnica y argumentativamente mejorados.
Incursones de grandes directores
Si se observan las listas de mejores películas de terror del siglo XX se constata el recurso a incluir incursiones de grandes directores no especializados: El otro, Suspense, Rosemary´s Baby (aquí La semilla del diablo, la traducción más spoiler de la historia del cine) o Alien, el octavo pasajero están merecidamente en cualquier relación of the best.
¿Y en el siglo XXI? En el siglo XXI las mejores de estas incursiones han sido el remake USA de Funny Games de Haneke (2007) y Anticristo de Lars von Trier.
En el siglo XXI también habrá adaptaciones del rey
En relación con lo interior, (incursiones en el cine de terror de grandes directores), siempre he querido titular con un palíndromo, es verdad, pero también decir que El resplandor (Kubrick, 1980) no es propiamente una película de terror.
La novela, sí. Stephen King antes de convertirse en franquicia de sí mismo escribió tres buenas novelas (Salems´s Lot, It y… El resplandor) que daban realmente miedo y quizás por ello tardaron en ser reconocidas por los críticos literarios.
El resplandor… ¡ay, si la hubiera escrito Cormac MacCarthy!
El siglo XXI tendrá adaptaciones de King aunque la mejor se ha rodado ya.
El cine de terror del siglo XXI dará una vuelta de tuerca o no será
Consecuencia de la saturación con la que comenzamos este andar de bloguería, el cine de terror del siglo XXI sofisticará las viejas historias o no será: ejemplos de rebuscadas vueltas de tuerca ya han sido Hard Candy (David Slade, 2005) o cómo retorcer la historia de Caperucita y el lobo; y, en lo que toca a los vampiros, Afflicted, una revisión original y fresca de los canadienses Derek Lee y Cill Prowser, donde destaca la primera persona del vampiro y, otra vez, el uso justificado de la opción video en mano.
Clásicos revisitados
El siglo XXI ya ha visto dignos remakes, en sentido estricto o como precuelas, Noche de miedo, La última casa a la izquierda, La Cosa, Patrick, Pesadilla en Elm Street, Las colinas tienen ojos. Sí, el cine de lterror de los años 70 y 80 será en todos estos años convenientemente revisitado.
Los países occidentales del siglo XXI son las sociedades más seguras de la historia, aún así, igual que habrá desigualdad y recortes en nuestros derechos, habrá también… slasher. Aquí nos quedamos con la reverente y contenida Maniac de Franck Khalfoun.
La afortunada inmortalidad de los vampiros
De la inmortalidad de los vampiros se beneficiará el cine de terror del nuevo siglo al punto de haber proporcionado la mejor pelicula del siglo hasta la fecha.
Si tuviéramos que completar una terna recomendaríamos 30 días de oscuridad (Slade, 2007) y Bizantium (2012), la bella y femenina, por sensible e inteligente, aproximación de Neil Jordan al mundo vampírico.
El horror: estilizaciones del siglo
Dos hermanas (Kim Jee-woon, 2003), o Mártires (Pascal Laugier, 2008) son ejemplos contundentes de la vía de la estilización del clima de angustia y del horror porpia del siglo.
Nosotros, porque nada nos gusta el dolor, preferimos el horror-punk independiente de Excision de Richard Bates Jr. con una sorprendente Anne Lyne McCord.
Y la que nos encantó fue la también estilizada sencillez de The Babadock, toque femenino, por inteligente, de las australianas Jennifer Kent (directora) y Essie Davis, una actriz estupenda.
Otros: nuevos escenarios de violencia y opresión
No creo que el siglo XXI alumbre ninguna adaptación digna de Drácula ni de Frankenstein, como diría Pere Gimferrer son demasiado buenas para consentir películas a su altura. ¿No más adaptaciones de Drácula o de Frankenstein? Eso estaría bien.
Lo peor de todo será el empeño del siglo en procurar argumentos reales, concretamente, el siempre vigente tema del horror de la guerra y la tortura, así la perspectiva de los Balcanes ya ha dado films como The seasoning house, del británico Paul Hyett, Kill List (2011) de Ben Wheatley, o la insoportable, pero injustamente tratada, A serbian film (Srdjan Spasojevic, 2010).
Lo peor será también que, entre la nómina de nuevos monstruos (el siglo XXI comenzó con uno que prometía, Jeepers Creepers de Salva, 2001), se cuelen de forma tan natural como perturbadora excéntricos mega millonarios con cara de pasta vieja, malo y FMI, grises representantes de la zona alta de esa copa de champagne, nueva figura de la ya irrespirable desigualdad social, tonti-ricos insensibles, poderosos perversos ávidos de nuevas experiencias humanas y sociales.
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