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«El abrazo de la serpiente»: redención amazónica

En Cine y Series 19 febrero, 2016

Emilio Doménech

Emilio Doménech

PERFIL

La película de Ciro Guerra, nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, es una de las primeras obras maestras del año.

En el implacable escenario amazónico de El abrazo de la serpiente, ya es abrumador por sí mismo el enfrentamiento entre colonización occidental y pureza indígena que se le antoja al filme en sus primeros instantes. Pero la película deCiro Guerra se propone ambiciones de una complejidad mucho más inabarcable. No sólo inalcanzable por el contexto histórico que como espectadores le debemos a tan indómito paisaje, sino por el estudio tan fascinante que el filme propone en el marco de la invasión alienígeno-cristiana al bosque tras el que se han parapetado tantas y tan frágiles civilizaciones.

En El abrazo de la serpiente concurren dos tiempos, uno durante los primeros vaivenes del siglo XX y otro durante los de los años 40. Ambas líneas narrativas comparten protagonista, Karamakate (Antonio Bolivar, Nilbio Torres), un indígena que tiene que lidiar con dos exploradores occidentales. El primero de ellos, Theo (Jan Bijvoet), está herido de gravedad y sabe que Karamakate puede salvarle la vida. El segundo, Evan (Brionne Davis), llega al Amazonas guiado por los diarios de Theo y las referencias en ellos a una planta que le curó las heridas.

El viaje de Karamakate y sus compañeros de canoa plantea una dicotomía que conversa con cada elipsis. Existen dos películas en paralelo, pero el hecho de que transcurran de esa manera permite dar pie a debates más relevantes. De un lado, la evolución del personaje de Karamakate en el universo amazónico en el que vio perecer su cultura ancestral; del otro, la relación del mundo occidental con un paraje que se siente tan desconocido como fácilmente perturbable.

El abrazo de la serpiente

Porque apartado el foco de la incógnita que suscita el estudio de Karamakate, cuya transformación no somos capaces de cuadrar hasta bien avanzado el metraje, El abrazo de la serpiente es una película que vive atada a las fallas de un espíritu colonizador absolutamente destructivo.

La culpa perpetua que todavía hoy pesa sobre los hombros de las civilizaciones conquistadoras está presente de principio a fin, pero son las empresas de Theo y Evan las que la acercan a un formato más presente y terrenal. Lo que parece distante en el tiempo por la fotografía en blanco y negro y el exótico paisaje, impacta contra el espectador cuando los personajes se vuelven tan decepcionantemente humanos. Ya saben: los mismos errores, una y otra vez repetidos.

El chivo expiatorio que versa el personaje de Theo, tan elocuente como demagógico –según el contexto que le queramos dar—, al decir que a los indígenas no se les puede permitir “no aprender”, es en sí mismo un resumen de las justificaciones occidentales ante las afrentas de la apisonadora cultural que representaron los cascos morriones y la cruz de los cristianos entonces y representan las zapatillas Nike y la manzana mordisqueada ahora.

La locura también herzogiana de esos compases finiquita con un hipnótico homenaje a 2001: Odisea en el espacio que adquiere un sentido tan existencialista como su referente, pero acaso más humano por lo que representa como enlace cósmico y espiritual de dos mundos que al principio se sentían tan distantes y enemistados: el amazónico y el occidental.

Porque si algo es El abrazo de la serpiente es reconciliadora. Señala a los culpables y cuenta las  atrocidades que perpetraron sobre sus víctimas, pero también los humaniza y les permite redimirse en un cierre que se siente épico, emocionante y portentosamente ambicioso.

El abrazo de la serpiente es una película que además cuida cada detalle de su retrato amazónico, con ejemplos como el acento catalán de uno de los misioneros; de su herencia cinematográfica, con sus infinitas referencias a otros largometrajes; o de sus aspiraciones estéticas, pues el filme es profundamente hermoso en la dualidad cromática de sus sombras y la pureza del lugar que retrata. Y mientras que tan abrumador planteamiento podía habernos dejado un filme errático y pretencioso, lo que nos queda es una obra maestra de una fuerza arrebatadora.

Aunque lejos de los personajes, y al tiempo que la empresa navega las aguas del Amazonas en busca de una planta a priori tan poderosa, El abrazo de la serpienteabraza nuevas tesis a cada boga. El filme se convierte así en una película-río suscrita a las etapas del recorrido y los escenarios que en ellas se dibujan. El más prominente de ellos, una misión católica que en el primer relato responde casi al estereotipo aleccionador y condescendiente que le creemos a la Iglesia y, en el segundo, pasa a ser el centro de una terrorífica secta al más puro estilo Apocalypse Now.

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