El periodo de ir al cine los domingos de la mano de mi padre fue languideciendo, al tiempo que iba descubriendo lo que significaba salir con los compañeros de colegio, con quienes conocí la grandiosidad que en aquellos tiempos tenía el hecho cinematográfico: ir al cine no tenía por qué ser únicamente el acto de
Hubo un tiempo en que no concebíamos la vida sin el cine. Quiero decir, sin películas y sin salas de cine. El ritual cinematográfico de las tardes del fin de semana de los años sesenta, setenta y, en menor medida, de los ochenta, era, de alguna manera, una prolongación de los rituales escolares y familiares
El despertar de mis papilas gustativas prende en una playa de Marruecos, a donde mi padre había sido destinado. Mi primer conjunto de olor y sabor grabado en el cerebro es el de los pegajosos y adictivos ganchitos de queso cheddar, conocidos como Cheez Doodle, que en algunos sitios se les denomina gusanitos. Nosotros los llamábamos Corn Curls, que