La elegancia va más allá de que tu estilista acierte con los modelitos que te ceden para pasearte por la alfombra roja: emana de cada canción, foto y videoclip, y se refleja en un mosaico de gestos que destilan, efectivamente, unicidad, personalidad y carácter.
De Taylor Swift -la más elegante de mundo según People- yo sabía que canturreaba ñoñeces y que se colgaba los bolsos raro. Esta cantante de country reconvertida en estrella del pop es una de esas celebrities impertérritamente correctas que tanto gustan a los yanquis. Donde ellos perciben una imagen flawless (oséase, impecable), yo sólo veo aburrimiento y previsibilidad. Vamos, la personificación de la chica Ralph Lauren.
Para ahorrarnos unos bostezos, en vez de analizar el supuesto estilo de la Swift, me permito proponeros tres ejemplos de cantantes femeninas cuya elegancia sí es estimulante:
Florence sabe explotar su belleza poco canónica, ese rostro suyo sacado de un cuadro de Tamara de Lempicka. Como buena pelirroja, sabe que el esmeralda es su color. Además, es una de esas pálidas que no teme a los nude ni a los empolvados, ni tampoco al profundo negro ala de cuervo. La conservadora crítica ha denunciado su atrevimiento en más de una ocasión y, tras unos Grammy, por ejemplo, incluso señaló a Florence como la peor vestida de la gala a pesar de su deslumbrante Givenchy de lentejuelas verdes. En mi opinión, un toque de extravagancia, un punto excéntrico y hasta algún error suponen mayor acierto que un favorecedor y soporífero Donna Karan.
Para rematar mi argumentos a favor de Florence, comparemos la bazofia audiovisual el último vídeo de la señorita Swift con esta exquisitez, firmada por el fotógrafo David LaChapelle, con la que la Welch presentó uno de los sencillos de su segundo disco.
Si el mundo fuera un lugar justo, el trono de Lady Gaga lo ocuparía Róisín Murphy. La ex de Moloko lo ha llevado todo antes y mejor que la Germanotta: se ha vestido de arlequín, de gnomo, de champiñón… sin renunciar a grabar unos discazos de agárrate y no te menees. Róisín es una artista total a la que el calificativo de icono se le queda corto: ella escribe sus temas, produce sus elepés, es su propia estilista y se encarga de la dirección de arte de sus clips y sesiones de fotos. Por eso, porque late en ella el ARTE, resulta abigarradamente natural cuando se enfunda un Vivienne Westwood, un Saint Laurent o un Alexander Pugh y remata el conjunto con tocados escultóricos. La mezcla es apabullante; el resultado, único.
No solo de celebrities angloparlantes vive esta terna de cantantes con estilo. El trío lo completa un producto nacional, Teresa Iturrioz, de Single. Ella, ex de Le Mans, compagina su labor artística con sus clases de topografía, geodesia y cartografía en la Universidad Politécnica de Madrid. En efecto, haría falta un mapa para recorrer las afiladas facciones de esta mujer, poseedora de una belleza huesuda, como la de Carme Elías, Marisa Paredes o Charo López. Retratada una y mil veces por Javier Aramburu para las portadas de sus discos (y para los óleos del propio artista), Teresa gusta de enfundarse en lamés dorados; se decora los hombros con lazos abullonados; viste plumas, lentejuelas y flecos, y lleva turbantes suntuosos desde hace tiempo, antes de que a las bloggers les diera por reivindicarlos. Teresa tiene ese aire de señora bien que se ha cansado de los trajes de chaqueta y de las misas dominicales y que se ha reconvertido a la religión del diseño malasañero y adora al mesiánico Carlos Díez Díez.
Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!