fbpx

Cultura

Vanity Dust: Conversaciones de backstage

En Entrevistas, Slow Movement, Cultura 30 octubre, 2017

Alejandro Serrano

Alejandro Serrano

PERFIL

Por voluntad propia, Vanity Dust se ha acostumbrado a nadar a contracorriente. No sabemos muy bien cómo lo ha conseguido -ni qué le echa exactamente a las palabras-, pero en esa dirección ha logrado hacerse un hueco inclasificable dentro del periodismo cultural. Salvaje, adictivo, acid, siempre ready. Su verborrea impenitente, trabajo de fondo y desdramatización constante, han conseguido salvarle y hacer de su reality show periodístico un arte.

ALEJANDRO SERRANO: ¿Qué te llevó a embarcarte en un proyecto como el de Vanity Dust? ¿Por qué decidiste transformar un personaje de ficción, como es el mismo Vanity, en un medio en sí mismo?

VANITY DUST: Recuerdo bien lo divertido y nuevo que me resultó comenzar a escribir historias y relatos de ficción que pretendían ser entre sucias y canallas, un poco marroneras, que vistas ahora son también ingenuas y hasta entrañables. En tiempos de Blogger y ante un mundo que se desplomaba por enésima vez (2008), o bien generaba algo sin pretensiones, pero capaz de entretenerme o bien acabaría más deprimido y confuso que en mi época anterior, como militante marginal en un grupúsculo trotskista con base en BCN que luchaba contra el mileurismo, los despidos en SEAT y decía No tendrás casa en la puta vida. Los dos o tres años antes de la crisis alucinaba con lo poco que le importaba a la mayoría de mi entorno lo que estaba ocurriendo y la burbuja on fire a punto de petar; politizarse en años de bonanza -confundida por crédito fácil- suele desembocar en la sensación de que eres un astronauta puesto de LSD.

El anonimato en las redes sociales -Blogger, Tumblr, MySpace, Fotolog- todavía era algo habitual, de ahí que comenzase con el nombre del blog Vanity Dust que luego daría pie al personaje en sí. Visto casi diez años después, es curioso que siguiese la dirección inversa al boom de las redes sociales: mientras que, para muchos, estetizar su realidad cercana o hablar de ella sin cesar -selfies con filtros, fotos de viajes, amigos, comida, vómitos, resacas, balbuceos, pajotes mentales políticos y futboleros- se ha convertido en una prioridad, mi camino fue el de liarla parda en la ficción y diluirme como sujeto que etiqueta su cafetería favorita y se saca una foto de grupo cuando se va de festival.

Posteriormente, cuando comencé a dedicarme a escribir sobre música electrónica y libros, surgió la posibilidad de colaborar con medios. Fue muy clave y me abrió muchas puertas, pero ahora estoy de regreso a mi espacio, con toda la libertad para tanto como quiera y de la forma que me plazca. Ahí vamos.

De un tiempo a esta parte, ¿cómo valoras la evolución de tu proyecto?

Vanity fue un divertimento adictivo y ahora es un santuario techno abierto hasta el amanecer, desde el que puedo ejercer mi profesión de periodista sin pasar por ningún aro salvo el humo de mi último vicio, una vaping machine -hace dos meses te hubiese dicho cigarrillo, pero me he pasado al otro lado, sí.

En otro aspecto menos positivo, Vanity Dust también son muchas noches sin dormir, frustraciones de todo tipo e incontables horas detrás del ordenador, algunas de ellas tan poco productivas e inspiradoras que desmotivarían a cualquiera si entrase a contarlas con detalle —algo tan bajonero y con tan poco engaging como ir el día de las rebajas de verano, en 2006, a empapelar el centro de Barcelona alertando sobre el tremendo índice de explotación infantil en algún país asiático.

Vanity Dust. Pic: Marta Vilardell

Pic: Marta Vilardell

¿Cómo afecta tu situación sentimental a tus textos?

Antes, cuando Vanity Dust era un espacio con más contenido personal, solía escribir a menudo sobre mis vaivenes sentimentales, aunque nunca quedaba del todo claro si estaba enamorado, en pareja, solo como la una, o si Vanity era un tipo del que mejor mantenerse cuanto más lejos, mejor. La idea es que, sea cual sea el percal emocional y sentimental, Vanity siga tirando millas. Lo de Vanity es, sin duda, ir por libre, tratar de no atarse demasiado para que los textos y sus ideas no corran el riesgo de suavizarse en ningún sentido. Otro tema es preguntarse: ¿afecta lo que escribe Vanity a ciertas personas de su entorno sentimental? La respuesta es sí. A veces, demasiado. A veces ha sido un poco drama, pero otras ha servido para capear un marrón o subir intensidad y generar expectativas.

¿Cuál es la dosis de ficción en Vanity Dust, si la hay?

La dosis de ficción que uso es variable, pero sin duda es alta. Es algo así como un parte meteorológico, siendo un día soleado la pura realidad y un día repleto de nubes y tormentas la máxima ficción: la mayoría de días, semanas o estaciones del año tienen un poco de todo, y nunca sabes a más de tres días vista qué tiempo hará: con Vanity nunca sabes si acabarás sudando la gota gorda o cantando y bailando techno bajo la lluvia.

¿Hasta qué punto es importante la literatura y la electrónica en Vanity Dust?

La literatura fue, ¿cómo decirlo?, mi interés principal a la hora de ponerme a escribir. Leía mucho, escribía mucho, y la electrónica era como la música de fondo. Pero claro, con el tiempo, vi que en el terreno de la electrónica quedaba mucho por contar y que, de hecho, los que escribían sobre electrónica, en su mayoría, no leían ni un jodido libro al año. La repetición de adjetivos, la falta de un lenguaje propio, la rave de tópicos y todo lo que me iba encontrando me daba más y más ganas de escribir sobre electrónica y, al mismo tiempo, me hacía más consciente de la necesidad de seguir leyendo y hablando de libros (para no acabar escribiendo como un tostón con ínfulas de sibarita del beat).

¿Por qué apuestas por el llamado periodismo cultural, y no por el político o de sociedad?

El periodismo cultural puede ser tan político y sociológico como uno quiera. Cuando digo que es a lo que me dedico, quiero decir que lo que no hago ni pienso hacer es seguir las ruedas de prensa de los políticos ni su agenda, como tampoco me dedicaré a cubrir cualquier cosa relacionada con los marrones virales que parecen petarlo.

Una de mis series favoritas, House of Cards, suele servirme de ejemplo para explicarlo mejor. En la serie, ¿hay algún periodista que realmente se entere bien de lo que ocurre ahí arriba y no salga pringado por apenas meter la nariz, o más bien todos bailan entre juegos de luces y sombras y tratan de capear el temporal mientras se quedan muy lejos de poder hacer algo realmente pro? En este sentido, tampoco quiero desacreditar el trabajo de algunos periodistas y medios que sí luchan por situarse en el lugar del periodista cañero e independiente y que nadie puede tumbar: los que tanto echamos de menos en House of Cards y, mal que me pese, creo que mi papel no está en esa partida.

La cultura, en sus múltiples dimensiones y expresiones artísticas, permite reflejar las consecuencias de la situación política o, en todo caso, puede dedicarse a criticarla. En el terreno literario hay incontables ejemplos de ello, pero para no poner un ejemplo tan típico como el de Orwell y su 1984 o el de Huxley con Un mundo feliz se me ocurre Sumisión de Michel Houellebecq. En el caso de la música electrónica y, en concreto, en el techno, una de sus fuerzas iniciales en Detroit fue Underground Resistance, cuya lucha contra el racismo, la pobreza y la alienación se desprende tanto en las letras de canciones, como «Transition», como en su actitud de permanecer más bien en un segundo plano -y no convertirse en un producto pop como Underworld– y bastante alejados de los medios.

Pareces un escritor que se lanza a por todas. ¿Crees que esta actitud te ha llevado a no sistematizar tanto las cosas?

Como decíamos antes, la ficción aquí juega un papel esencial. Intervengo en la medida que considero que merecerá la pena el resultado, ya sea en la realidad o cuando me pongo a escribir. Por otro lado, intento transmitir la euforia o decepción del momento, pero queriendo que quien lo lea pueda situarse ahí y entender, compartir, esa sensación. Ya sea un epic fail o el mejor día del año. Ya sean los grandes momentazos del Paral·lel Festival o un nauseabundo viaje al pasado durante un fin de semana en el que casi nada salió bien -fíjate si hace tiempo, ¡y todavía me acuerdo!

Vanity Dust. Pic: RC

Pic: RC

¿De dónde le viene la inspiración a Vanity Dust?

Si nos referimos aquí a las cosas bellas que me dan ideas para escribir, te diría que tanto la literatura como la electrónica. Cuando escribo una reseña o hablo de un dj, la inspiración coincide. Otras veces, más que escribir porque algo me ha inspirado, escribo algo a lo que llevo dándole vueltas bastante tiempo y que necesito contar porque me corroe. Puede ser la mera lectura de titulares de prensa, una conversación en un after o algo cotidiano -o tremendamente lejano- que me dispara hacia algún estado emocional o reflexión que me peta el cerebro. Y si me peta el cerebro a mí, escribiré para que puedas vivirlo por ti mismo.

¿Cómo combinas la electrónica y la literatura con tanta coherencia? 

Lo de coherencia no lo veo muy claro, la verdad. Es decir, son dos lenguajes distintos (musical y escrito) con sus respectivos sistemas de expresión que solo pueden relacionarse cuando uno interpreta al otro por medio de un sujeto que se toma la molestia en hacerlo. Nos vale tanto un músico que hace una canción inspirado en la lectura de un libro como un texto que habla de música o que está inspirado en tal o cual sesión. Si alguien aprecia el resultado, hablaría más de afinidad estética o intelectual más que de coherencia. Por otro lado, los cronistas o periodistas que hablan o han hablado de música son muchos y sus trabajos se remontan siglos atrás -seguro que hay algún renacentista italiano que se las daba de proto-periodista reseñando tremendos conciertos de clásica-, pero ahora mismo no tengo ninguno en mente y pedirte unos minutos para chequearlo en Google puede convertirse en un par de horas de investigaciones de dudosa calidad. En el siglo pasado, tipos como Scott Fitzgerald en los veinte o Lester Bangs décadas después fueron tremendamente influyentes. En la actualidad, un genio como Simon Reynolds es esencial para ver el verdadero alcance del periodismo musical.

¿Qué recuerdos tienes de algunas entrevistas, como la que le hiciste a Ellen Allien para eldiario.es o a Tiga en Vicious Magazine?

La de Tiga fue una de mis primeras entrevistas importantes, y con ello quiero decir que Tiga era uno de los primeros artistas de electrónica que comencé a escuchar, quizás unos 7 u 8 años antes de tener la oportunidad de sentarme delante de él, a las cuatro menos veinte de la madrugada, en el backstage de The Loft (Razzmatazz). Le había visto en diversas ocasiones en todos esos años, pero más allá de esa figura diminuta pinchando, lo que me esperaba era algo basado en sus imágenes más trash-glam que circulan por las redes de sus álbumes y shootings anteriores. Por otro lado, tampoco tenía muy claro si sería muy espabilado o no, puesto que la ambivalencia y simpleza de sus canciones siempre me había descolocado y fascinado a partes iguales. Apareció con una puntualidad extrema y me dedicó una atención propia de un genio de la meditación, su forma pausada al hablar y su discurso, articulado, ágil y que al preguntarle por la literatura abrió la veda para descubrir referencias que jamás hubiese imaginado, me hicieron entender qué era eso de ser un dj pro. Eso de llevar tantos años tan arriba y seguir atendiendo entrevistas a horas intempestivas con el rigor de una entrevista de trabajo, pero un poco más divertida. Si entrevistas a un dj, mejor deja en la maleta los prejuicios sobre su fama, porque si no dudosamente cuadrarás una pregunta.

Vanity Dust. Pic: Marta Vilardell

Pic: Marta Vilardell

Lo de Ellen Allien fue ya de groupie máximo. A los 17, cuando pinchaba en NITSA, recuerdo ponerme delante de todo y sudar la gota gorda durante todo el rato que ella pinchaba, sin apenas prestar atención a nada más que a su música y su forma de bailar y empatizar con la gente. De golpe, tuve la oportunidad de poder entrevistarla durante uno de sus viajes a Barcelona. Apareció en el hall del hotel, informal y visiblemente cansada, pero pidió dos cafés y dos plátanos y nos volaron dos horas hablando. Me impresionó su actitud, propia de alguien que sabe que tomó las decisiones correctas en un pasado y que, a día de hoy, se puede permitir hablar sin tapujos de la industria o de ciertos temas sin tener que caer en obviedades o en un discurso trillado de pelotas fuera.

¿Qué tracks, sets o lecturas te han petado la cabeza?

Afortunadamente, hay muy buena merca ahí fuera. De primeras, seguro que podría ponerte ejemplos que serían más de autores y djs internacionales, así que invierto esa idea y pongo un par de tracks, un par de sets y un par de lecturas hechas un poco más cerca y con nombres más cercanos, como el de Vanity Dust, claro.

Tracks:

https://www.youtube.com/watch?v=hFfm2uSQ6P4

Sets:

Libros:

El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital de Remedios Zafra (Anagrama) -Sale en noviembre, pero apunta maneras.

Mientras haya bares de Juan Tallón (Círculo de Tiza, 2016).

Suscríbete a nuestra newsletter

* indicates required

Compartir:

música electrónicaTigaVanity DustRemedios ZafraPeriodismo CulturalWinners Don't Use DrugsEllen AllienVicious Magazineeldiario.es

Artículos relacionados

Comentar

Debes ser registrado para dejar un comentario.

Sin comentarios

Nadie ha publicado ningún comentario aún. ¡Se tú la primera persona!