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Michel Cloup: vísceras, cerebro y audacia

En Música 24 febrero, 2015

Carlos Pérez de Ziriza

Carlos Pérez de Ziriza

PERFIL

Hablamos con el músico francés, uno de los rockeros europeos más inquietos y afilados de las últimas décadas, quien continúa esta semana su gira por nuestro país. El viernes comparte escenario con varias bandas nacionales en el Espai Rambleta, en el aniversario Vinilo Valencia.

Se llama Michel Cloup. Viene de Toulouse. Y por si alguien aún no lo sabe, ha formado parte del núcleo central de algunos de los proyectos más rabiosamente singulares y arriesgados del rock europeo de los últimos 25 años.

Esta semana llega a nuestro país en compañía del batería Patrice Cartier, antiguo compañero de filas en su último proyecto y mitad de ese Michel Cloup Duo que, tras pasar por Santander, Madrid, Zaragoza y Castellón, aún debe actúar el 24 en Alcoi (L’Escenari), el 25 en Almendralejo (Salón de Teatres), el 26 en Valladolid (Donde Edu) el 27 en Valencia (Espai Rambleta, compatiendo cartel con Sidonie o Beach Beach en la Fiesta Aniversario Vinilo Valencia) y el 28 en Barcelona (Minifestival). Ocasión estupenda, por cierto, para hablar con él.

Echemos la vista atrás. Debutó a principios de los 90 con The Peter Parker Experience, y más tarde formó parte de los extraordinarios Diabologum, de 1993 a 1998, una banda que fundía el noise rock de Sonic Youth o Pixies con el grunge de Nirvana, el lo fi de Sebadoh, la nueva chanson de su admirado Dominique A, el experimentalismo, el nihilismo del punk y la intelectualidad de la no wave. Dejaron tras de sí tres álbumes. El último de ellos #3 (Lithium, 1996), absolutamente magistral: uno de los mejores álbumes rock de la década, de Europa y del mundo. Se separaron un año más tarde, en su mejor momento.

En 2011 protagonizaron una breve reunión. Tan solo un concierto, en el festival Rockomotives. Así que a la obligada pregunta sobre si habrá continuidad, más conciertos e incluso canciones nuevas, Cloup nos responde, lacónico que No, fue solo para un concierto. Y no tenemos nada planeado, más allá de reeditar aquellos discos.

Este es uno de los momentos de aquel concierto:

Más tarde, de 2000 a 2008, su singladura tomó el nombre de Expérience. Editó cuatro álbumes con ellos, bajo unas premisas que sumaban la rítmica hip hop y algunas bases electrónicas a todo lo que ya había perfilado en Diabologum. Ningún disco rayó a la altura de aquel sobresaliente #3 (Lithium, 1996) de su antigua banda, pero al menos un par de ellos, Aujourd’hui maintenant (Lithium, 2001) y Hémisphère gauche (Labels, 2004), bordearon el notable alto.

Como ya pasó con Diabologum, giró a menudo por nuestro país. En Valencia, sin ir más lejos, Expérience actuaron en la sala pequeña de Repvublicca (en 2004) y en la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, como parte del certamen Observatori de 2005. Dos conciertos totalmente demoledores. Maduraba así una carrera que se había fraguado desde los 90, en paralelo a una serie de músicos galos (Bertrand Betsch, Jerome Miniere, The Little Rabits, Ollano, Autour de Lucie, Dominique A) que constituían una espléndida cohorte de embajadores del pop independiente en su país.

¿Mantiene la escena alternativa francesa la misma vitalidad? Sigue habiendo una escena indie muy activa, con muchos estilos, lo único que lamento es que muchos de ellos aún cantan en inglés, pero hay gente como Psykick Lyrikah, Pneu, Laetitia Sheriff, Blackmail, Electric Electric, Petit Fantôme, Mellanoisescape, Papier Tigre o Aquaserge, a quienes el público español podría descubrir, nos comenta.

En 2010 se embarcó, junto al batería de Expérience, Patrice Cartier, en un proyecto mucho más minimalista y austero. Más crudo, más espartano, con algunas reminiscencias del slowcore americano de primeros 90 (Codeine, Slint). Pero más sincero y personal, si cabe. Más confesional, pero igual de afilado. Dos álbumes ha editado a nombre de Michel Cloup Duo: Notre Silence (MC/Green Ufos, 2011) y Minuit dans tes bras (Ici D’ailleurs, 2014). Ambos, también estupendos.

Nos explica que la necesidad de retomar un formato tan austero, más que por facilidades logísticas o económicas, le llegó por Un deseo de tocar solo, de dejar las bandas (estaba cansado de ese proceso), de cambiar las cosas en mi vida musical. Eso fue lo que le llevó a dejar de programar y tocar con mi ordenador para focalizarlo todo en mis palabras y en los acordes de mi guitarra, razón por la que reclutó al batería Patrice Cartier, para recuperar el sonido puro del rock, aunque combine esa actuaciones a dúo con otras en solitario.

Así que esta visita se presenta como una inmejorable ocasión para reencontrarse con un creador incorruptible, íntegro y casi siempre inspirado. Un músico habituado a morar por nuestro país. De hecho, nos recuerda que su primera gira por aquí fue En 1995 con Diabologum, hace justo 20 años, y que está encantado de venir a un país en el que tiene muchos amigos, y al que le gustaría venir para jubilarse algún día comprando una casa en el sur, viviendo en comunidad, como una especie de retiro alternativo.

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