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Mano izquierda, úlcera sangrante

En Lifestyle 17 abril, 2017

Jesús Andrés

Jesús Andrés

PERFIL

Historia verdadera y cotidiana. Suena el teléfono de la oficina. Creo que será para ti, dice mi compañera mientras me pasa el auricular cariacontecida, como la chica de la portada de este post. Así sucede varias veces al día: quienes gestionamos la comunicación y las relaciones públicas de una firma de moda hemos de lidiar con solicitudes de lo más variopintas, procedentes de los interlocutores más inusitados. El magnetismo de la moda es tan potente como poco selectivo.

En esta ocasión, al otro lado de la línea, aguarda el comercial de una guía de barrio. Amablemente declino su oferta.  Él, apelando a los 35 años de profesión que acumula a sus espaldas, me recrimina que no quiera colocar un anuncio de la marca al lado de los de un horno, un centro de depilación y un zapatero remendón. Me despido con cortesía, dudando si, por un azar esotérico-telefónico, resulta que acabo de rechazar una contraportada gratis en Vogue.

Al momento, llama alguien que dice ser estilista. Pide prendas para un «posado» (sic). Ante la posibilidad de que sea un emisario de la mismísima Ana Obregón, activo el protocolo de alerta antifraude. Por favor -le ruego-, remítame un correo con su solicitud, detálleme el proyecto, qué profesionales participan y la cabecera donde tienen comprometida la publicación de las fotos. Al instante, recibo en mi bandeja de entrada el típico-correo-cortado-y-pegado-de-otros-veinte-anteriores, con errores gramaticales, inconcreciones a montones y una petición: prendas rojas como las de su desfile de este año en Cibeles. La marca para la que trabajo presenta colecciones en pasarela, sí, pero en 080 Barcelona Fashion. Y no son rojas. Rechazo su proposición con una educada fórmula.

 

Un versión añeja de mí mismo, en plena ejecución de la pirueta de rechazo a una propuesta bizarra.

 

La semana pasada, telefoneó un peluquero. Tenía en su salón a «una importante influencer«. Te la paso, dijo. La chica iba a hacerse un reportaje en la playa. Quiero vestidos de novia vintage pero me has de responder ahora -me atosiga- porque si no llamo a…. Y dice el nombre de la competencia. Lo siento -le comento-, nosotros no trabajamos esa categoría de producto, en nuestras tiendas no hay prendas de décadas pasadas, no hay nada vintage. Alguno de nuestros diseños -le aclaro, malicioso- puede tener un aire retro, eso sí. De todos modos -prosigo-, ¿en qué plataformas van a publicarse las fotos?. ¿Plataformas? –responde-. Dónde, le aclaro. ¡En mi Instagram!, me espeta. Activo el parapeto: por favor, envíame un correo con la descripción de... Mira, mejor me buscas tú y me escribes, mi perfil es…, interrumpe. Y lo hago. Busco, mis sospechas se confirman, escribo y declino.

Y así es cómo he desarrollado una mano izquierda del tamaño de un Amazona de Loewe. Y creo que una úlcera sangrante también.

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