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Joe (David Gordon Green, 2013)

En Cine y Series 19 septiembre, 2014

Rubén Higueras

Rubén Higueras

PERFIL

Lo más abyecto en los últimos años, en cuanto a relación paterno-filial.

De los numerosos motivos para el asombro que el espectador puede encontrar a lo largo del metraje de Joe, quizá sea la concisión y economía de medios con que David Gordon Green perfila a sus protagonistas, y los conflictos dramáticos en los primeros minutos de metraje, el que mejor revele la madurez de la escritura del otrora niño prodigio del cine independiente estadounidense.

Si seis planos le bastan al cineasta para describir la anodina vida íntima del protagonista que da título a la película, (en los que contemplamos las rutinarias actividades que lleva a cabo en su solitaria vivienda, durante el intervalo de tiempo comprendido desde su llegada a casa tras la jornada laboral hasta que el despertador suena la mañana siguiente, y ésta se inicia de nuevo), la conflictiva relación de Gary con su padre es sintetizada en un único plano en el que el vástago destina a su progenitor un demoledor monólogo repleto de rencor (Eres un viejo borracho egoísta, le espeta), que recibirá como únicas respuestas una mirada paterna rebosante de odio y una bofetada.

Sin lugar a dudas, el de Joe es el cuadro paternofilial más abyecto que ha dado el cine en los últimos años. Avanzado el metraje, otro plano informa al espectador del pasado sentimental y las oportunidades vitales perdidas de Joe sin recurrir a frase alguna: Green se sirve tan sólo de un cruce de miradas en un semáforo para ello.

Tras su desconcertante periplo por la nueva comedia estadounidense, Green regresa a sus raíces fílmicas sin rechazar sus actuales inquietudes. Joe entronca con la impresión de cotidianidad y el halo de autenticidad (varios de los intérpretes no eran profesionales; entre ellos, Gary Poulter, quien interpreta con inquietante naturalidad al alcohólico padre de Gary), la fascinación por los personajes y regiones marginales de Norteamérica (el Sur como lugar desgajado del tiempo poblado de individuos primarios guiados por sus instintos, pero también por un férreo código moral y sentido de la camaradería) y el poético esplendor visual deudor del cine de Terrence Malick (merced, en buena medida, a la labor del director de fotografía fetiche de Green: Tim Orr) de su ópera prima George Washington, al mismo tiempo que prolonga el retrato de las miserias de cierta masculinidad que ya tanteara (bajo un registro distinto) en la notable Prince Avalanche. Asimismo, Joe confirma la capacidad de Green para desplazarse del sinestésico realismo poético a lo mitológico sin perder el pulso.

Joe (David Gordon Green, 2013)

Joe (David Gordon Green, 2013)

Joe es el protagonista arquetípico del cine postmoderno: personaje al límite, que padece evidentes problemas de autocontrol (la metáfora del perro sujetado por el collar es tremendamente obvia), perseguido por sus errores pasados, que inicia un turbulento sendero hacia la redención actuando como mentor y figura paterna sustitutoria para Gary (a quien reconoce como hijo putativo regalándole su automóvil) y librando al pequeño pueblo sureño en el que reside del veneno (el odio) que él mismo ayudó a sembrar entre sus raíces (los árboles/la unidad familiar).

La fuerza que el realizador imprime a su narración motiva que poco nos importe que secuencias como la del asesinato aporten bien poco al desarrollo del filme. Al fin y al cabo, el interés de Joe no radica tanto en su trama como en el retrato de ese “buen hombre” tan corriente como su nombre propio.

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