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«Hannah»: el retrato de una mujer sin identidad

En Cine y Series 9 mayo, 2018

Inés Calero

Inés Calero

PERFIL

Todos tenemos nuestros propios monstruos y debemos aprender a enfrentarlos, otra cosa bien distinta es aferrarte a ellos y no permitir que te dejen avanzar. Tras la ópera prima de Andrea Pallaoro, Medeas (2013), un elegante giro contemporáneo en la tragedia griega, ahora el director italiano apuesta por Charlotte Rampling –cuya elegante interpretación en 45 años (2015) todavía sentimos reciente– para un papel intimista y sobrecogedor en Hannah, su segundo trabajo, un reflejo de la soledad que retiene mucho más de lo que muestra.

Pallaoro convierte el drama en una tarea rutinaria y la rutina en un drama. La trama de Hannah arranca tras un crimen que nunca se identifica explícitamente, pero que se sugiere a través de sutiles pistas que Pallaoro deconstruye en el guión: se escucha a una mujer golpeando la puerta de Hannah exigiendo hablar sobre el daño infligido a su hijo; un sobre de fotografías claramente incriminatorias escondido detrás de un armario y una familia rota, donde el hijo no quiere saber nada de sus padres.

El personaje Hannah está envuelto en un profundo misterio en todo momento. Rampling interpreta, sin una pizca de vanidad, a una anciana mujer a la deriva a raíz del encarcelamiento de su marido por un crimen que no se revela al espectador.

Inquietante y misteriosa desde la primera escena, Hannah es una película lenta donde el silencio desespera y el tedio se hace evidente. Esto se debe a que, en gran parte de la película, ella permanece ensimismada en el silencio y en la contemplación indescifrable que tan sólo ofrecen la sensación de un discurso incompleto. Tal es esa pena que arrastra que, mientras se marchita como sus plantas, la anciana se refugia en el teatro en un esfuerzo por lograr que la interpretación enmascare su agridulce desidia vital y atenúe su deriva.

Hannah (Andrea Pallaoro, 2017)

Charlotte Rampling en una escena de ‘Hannah’.

No es muy habitual encontrar una película centrada completamente en el personaje de una mujer madura. Así, la interpretación de la protagonista le valió una justa Copa Volpi en Venecia 2017.

Otro aspecto que no merece ningún pero es su fotografía. De la mano del director de fotografía Chayse Irvin —elogiado por su trabajo en el álbum visual Lemonade de Beyoncé—, la composición de los planos hace que sea tan importante lo que se muestra como lo que no. Irvin logra composiciones estáticas que contribuyen a que Hannah sea todavía más inquietante y tensa.

No obstante, cuesta entrever esa crítica a la alienación a la que Pallaoro se refiere. El resultado final no es otro que el de un relato distante que no es capaz de crear empatía con el espectador. Nos quedamos con muy poco conocimiento del universo psicológico sobre el que se asientan los verdaderos sentimientos de Hannah con respecto al crimen que su marido cometió y el precio que ella ha tenido que pagar, dejando su boceto de personaje herido, solitario y sombrío con un vacío persistente.

La cinta acaba de proyectarse en el D’A Film Festival de Barcelona y llegará a las salas españolas el próximo 18 de mayo.

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