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Háblame aunque esté muerto

En Sin miedo, Juan, Lifestyle 27 octubre, 2014

Juan Solbes

Juan Solbes

PERFIL

El fallecido en muchos casos quiere manifestarse en el plano físico con sus seres queridos pero le es imposible. Únicamente es a nivel emocional que algunos se han podido comunicar y les han transmitido mensajes a nivel de sueños o de emociones sinceras.

Sigo sin conocer a nadie que se haya salvado de restituir el cuerpo físico a los elementales de la tierra, el agua, el aire y el fuego. Sigo también dándome cuenta que no he aprendido a preparar este maravilloso acontecimiento personal e intransferible. Y dado que todo esto es así, voy a imaginar una historia, hoy algo más amplia que lo habitual.

Hace unos meses se me concedió la posibilidad de vivir en un plano donde podía observar lo sucedido en cualquier lugar de la tierra y viajar a la velocidad del pensamiento mi forma de pasearme de un lugar a otro. De todo lo que me llamó la atención, observar el momento de la salida de un ser de un cuerpo físico lo más increíble.

He visto emerger a seres conocidos de su cuerpo físico por lugares diferentes. Unos salen por la fontanela de la cabeza, otros por el abdomen o por el plexo solar, que son la mayoría, y otros, muy pocos, salen por el corazón. Estos últimos son los hombres y mujeres buenos, los de corazón, los de la ayuda incondicional…

He visto que la vida no desaparece después de la disolución del envoltorio. Somos seres vivos incluso sin cuerpo físico. La vida está donde hay movimiento. Los planos emocionales y mentales de la personalidad de cada individuo continúan intactos a lo largo de los días y meses siguientes al momento del abandono del cuerpo.

Cada vez que un ser abandona el cuerpo, se rompe el llamado cordón de plata, que es en realidad una trenza de tres hilos que se corresponden con los niveles de conciencia, con la vida y con el movimiento. En ese momento se apagan todas las luces del cuerpo. He podido contar 49 centros menores, 21 centros medianos y 7 grandes centros en el cuerpo.

El fallecido en muchos casos quiere manifestarse en el plano físico con sus seres queridos pero le es imposible. Únicamente es a nivel emocional que algunos se han podido comunicar y les han transmitido mensajes a nivel de sueños o de emociones sinceras. Casos de estos son muy normales entre los familiares a las pocas horas o días de haber fallecido la persona querida. Mucho más de lo que me podría haber imaginado jamás.

He visto sufrir a grandes personas por la pena que causa su pérdida a sus seres queridos, he visto llorar a seres que no querían abandonar los lugares en los que había vivido con los suyos, he visto enfadarse a seres porque no les escuchan y no saben qué hacer, pero lo que más he visto es que a los pocos días del fallecimiento se ha comenzado un viaje al interior del individuo y ya no queda nada de ese ser en los lugares en los que habitó en la tierra y han pasado a la siguiente fase de devolución del cuerpo emocional y de los dos cuerpos mentales. Pero ahí todavía no he podido adentrarme.

Me han contado los que viven por aquí, que antiguamente se tardaban alrededor de 144 años de la tierra desde el nacimiento de un ser hasta que se encarnaba de nuevo en otro cuerpo. En la actualidad y por necesidades de evolución se están reencarnado a ritmos menores. Quizá un abuelo pueda coincidir con su nieto en el mismo tiempo…

También he visto a seres que no aceptan la muerte y se resisten a su evolución. Estos ocupan cuerpos débiles, desvitalizan otros cuerpos o realizan posesiones. ¡Ojo con las Ouijas! y juegos de ese tipo. Al principio estos seres parecen amables y divertidos pero su objetivo es complicarte la vida llegando a deteriorar aspectos importantes de las personas participantes. Desde la emoción son capaces de ver la memoria del individuo y con esa información captan la atención.

Me ha sorprendido cuando he vuelto a la tierra, que las cartas de algunos tarots reflejan fielmente todo lo vivido ahí afuera. Y por ello quiero decir que la muerte es alegría en casi la totalidad de lo que he vivido. En una de las cartas está amaneciendo y la escena se llena de luz. Y es así como se vive en realidad este proceso.

Me he dado cuenta de que el proceso de la muerte es una experiencia que me puede generar una conciencia de cambio, de movimiento, de transformación. Sin embargo, aquí y ahora no soy capaz de verlo así y vivo la vida con conceptos de quietud, de estabilidad, de confort, de seguridad, de quedarme con lo que tengo y no me aventuro, no me atrevo con lo que sueño, me acomodo, quizá por miedo a lo desconocido. Hago demasiados esfuerzos por acumular, por mantenerme en una falsa comodidad y no permito que el movimiento natural de la vida fluya a través de mi cuerpo.

La muerte me está invitando a cambiar, a aceptar aquellas cosas que me van llegando, sin tener que cuestionarlo todo para quedarme en el mismo lugar y tiempo en el que me he acostumbrado a vivir. Y como decía Kubler-Ross sobre  los que van a morir: sus últimas palabras eran algo así como me hubiera atrevido más…

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