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El autobús lisérgico

En La viñeta torcida, Lifestyle 29 mayo, 2014

Álvaro Pons

Álvaro Pons

PERFIL

Treinta años después de ser publicada en las páginas de Zona 84, Ninth Ediciones recupera una de las series más indescriptibles y sugerentes que se publicaron en esos años: El bus, de Paul Kirchner.

Allá por el año 1984, la revista de idéntico y orwelliano nombre que publicaba Toutain convocó un concurso para cambiar el título de la cabecera. Lógica, la cosa, tenía: no era muy de recibo que una revista de ciencia-ficción y fantasía tuviera como nombre, precisamente, añejo y pasadito. Nacía así Zona 84 en plena euforia de las revistas de cómics para adultos: el comienzo de la década de los 80 era, para los que leíamos tebeos, algo así como la utopía hecha realidad. Decenas de revistas de cómics dedicados a lectores adultos que hacían olvidar la consideración infantil que siempre le había acompañado, presencia en prensa, en la televisión… El cómic de autor reinaba e incluso se permitía el lujazo de protagonizar vanguardias y exportar tendencias. Claro, entre líneas claras, líneas chungas, humanoides, Madrizes, Cairos, Nuevas Escuelas Valencianas y demás, los aficionados de entonces, que éramos jovenzuelos rebeldes, vimos en Zona 84 una especie de personificación de lo más rancio. Pecados de juventud. Renunciamos a Corben y abrazamos a Moebius (cualquier reunión comiquera cambiaba el “¿Diseñas o trabajas?” por el “¿Eres de Corben o de Moebius”?), gritándolo al viento cual manifiesto revolucionario.

Yo era de los que abandonó el Zona 84, lo reconozco. Era joven e ingenuo y no tenía por entonces claro el gozo del alegre eclecticismo, pero tuve la gran suerte de que mi amigo Vicente sí que se lo compraba (paréntesis: los tebeos eran carísimos -¡250 pelas!-, la única forma de leerlos era repartírselos entre amiguetes. Cierro paréntesis). Y aunque uno ponía cara de superioridad, no podía evitar quedarse algo atontado ante media página que ocupa la interior de portada. El bus se llamaba, firmada por Paul Kirchner, un señor que ya nos había dejado maltrechas las neuronas con el Dope Rider que apareció en los TOTEM Especial USA.

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Pasaron los años y las series de Paul Kirchner adquirieron para mí la categoría de leyenda urbana. Retirado plácidamente en la ilustración tras su breve paso por los tebeos (tan sólo se permitió otra maravillosa digresión arrebatada de surrealismo radical: Murder by remote control), todo parecía indicar que ni el autor tenía interés en recuperar su etapa comiquera ni las editoriales querían arriesgar en algo tan extraño. Pero mire usted por dónde, hace un par de años la debutante editorial francesa Tanibis decidió que era hora de recopilar aquella genialidad en un precioso volumen. Y, más raro todavía, una editorial de aquí, Ninth Ediciones, también debutante -¡ay! ¡Esa maravillosa inconsciencia del principiante!-, decidió que la publicaría en castellano. Y que como no se gastaría mucho en traductores, incluso mejoraría la edición francesa, que ya es decir.

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Y dicho y hecho: treinta años después de que viera la luz en España, podemos disfrutar de uno de los tebeos más indescriptibles que ha dado el noveno arte. Aprovéchenlo.

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