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Amor eterno

En Cine y Series 14 noviembre, 2014

Javi Cózar

Javi Cózar

PERFIL

Ganadora en el último Festival de Sitges, Orígenes no solo confirma el talento de Mike Cahill después de su excelente Otra Tierra, sino que propone una atrevida fábula sobre la muerte y la reencarnación… ¡desde un punto de vista racional!

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Cuesta hablar de la muerte. Cuesta aceptarla, si es que alguna vez lo conseguimos. Se nos ha dicho miles de veces que es una parte natural del proceso de la vida, así debe ser seguramente. Y con todo, cuesta mirarla de frente a los ojos. Por todo ese misterio que la rodea, la muerte es un tema importantísimo en el cine, pero pocos directores la usan para hablar con ella, sino para hablar de ella.

Orígenes, más que una disertación sobre qué es la muerte, parece un diálogo con ella. Esto es así porque Mike Cahill, su director, la coloca en el centro del plano en casi todo momento, incluso cuando no lo parece. Ahí está planeando, por supuesto, en la investigación que llevan a cabo los científicos protagonistas. Pero también se cierne de manera casi imperceptible en el romance que ocupa la mayor parte de la primera mitad del metraje. Es una parte muy melosa, muy de filtros Instagram, que quizás a más de uno pueda incluso atragantársele, pero la tragedia se respira en todo momento, el fatalismo se aprecia en los diálogos, en las miradas de los actores, en el desarrollo demasiado perfecto de la historia de amor.

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Después llega una escena que no revelaré aquí pero que no cuesta nada reconocer como elpunto de inflexión. Se trata de un momento tremendo por lo que cuenta, pero tremendo también por cómo lo cuenta, que da paso de manera un tanto desconcertante a otra línea argumental no diré que ajena a lo que habíamos visto hasta entonces, pero desde luego muy diferente. Aquí es donde el asunto se pone verdaderamente interesante, y esto lo digo para los que se aburran viendo el lío amoroso anterior: paciencia amigos, paciencia. Todo tiene un porqué, y Cahill no nos ha empaquetado el romance con fines meramente estéticos. El truco es el siguiente: la historia de amor está ahí para permitir que la película, en su segunda mitad, tenga la osadía de intentar demostrar la existencia de la reencarnación desde un punto de vista científico.

Una locura de premisa si uno se detiene a pensar sobre ella con la cabeza fría. Pero Orígenesno es una película para cabezas frías. Más bien al contrario, uno de sus puntos fuertes descansa precisamente en la naturalidad con la que mezcla conceptos como la muerte, la ciencia, el amor, la reencarnación, el dolor, incluso el matrimonio, en un cocktail de cálido sabor y de dulce aroma. Sin hacer proselitismo de ninguna opción, sin favorecer ninguna opinión, lo que la película simplemente propone en el espectador es la duda, la eterna duda de si el amor es eterno, de si el espíritu es medible (en este caso, a través de los ojos), en definitiva de si es concebible un reencuentro con nuestros seres queridos después de la muerte, pero en esta forma de vida.

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Y no diré mucho más, pero en este sentido la película apunta en una dirección muy concreta con una escena final arrebatadora, un desenlace que pasa por ser uno de los momentos más emocionalmente intensos que se van a vivir este 2014 en una sala de cine. Solo por ese momento de magia, de comprensión, de puro cine, merece la pena ir a ver Orígenes.

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