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69 Festival de Cannes #6: Paterson es la gran obra de Jarmusch

En Cine y Series 6 junio, 2016

Eva Peydró

Eva Peydró

PERFIL

Jim Jarmusch seduce con Paterson, una pequeña joya de gran cine, mientras Cotillard enloquece, dirigida por Nicole Garcia.

Iniciamos la quinta jornada de la sección oficial en La Croisette con un drama muy propio de tarde de sofá. Dirigida por Nicole Garcia, Mal de pierres está basada en la novela del mismo título de Milena Agus. La película cuenta con la potente presencia de la ganadora de un Oscar Marion Cotillard, cuyas personificaciones del dolor y la tristeza ya son leyenda. En esta ocasión, encarnando a una joven perteneciente a la burguesía agrícola de Provenza, trastornada y obsesa por un amor no correspondido, que acepta casarse por salvar las convenciones con Jose (Alex Brendemühl). Cotillard sufre hasta la exasperación, ante la paciente comprensión de su marido, cuando por segunda vez en su vida la pasión por un hombre (Louis Garrel), que conoce en un sanatorio suizo, vuelve a sumirla en la felicidad e inmediatamente en el dolor más profundo. La etiqueta de cine de qualité le va como anillo al dedo a Mal de pierres, un drama que logrará empatizar con un cierto tipo de espectador.

Mal de pierres

La sección oficial nos tenía preparada hoy una gran película: Paterson, una joya proyectada en dos pases a rebosar, para los que se formaron largas colas con una expectativa muy alta sobre el nuevo trabajo de Jim Jarmusch.

El poeta y conductor de autobús Paterson (Adam Driver) vive en Paterson (New Jersey), con su mujer Laura (Golshifteh Farahani), llevando una vida sencilla y plena de creatividad. El director de Dead Man filma la elegía de una felicidad teñida de melancolía, basándose en un tempo sosegado, en la mostración fiel de las rutinas diarias de los protagonistas, para demostrar que siempre hay un lugar para expresar el propio yo. Al mismo tiempo, muestra que la ambición tiene muchas caras y las que eligen Paterson y Laura les satisfacen, por simples que sean: escribir poesía en los descansos del autobús, hacer cupcakes, decorar tejidos, aprender a tocar la guitarra, la cerveza cotidiana al salir a pasear al perro… pero, sobre todo, la poesía. Paterson es también la ciudad de los poetas, desde Allan Ginsberg a William Carlos Williams, pero en la ciudad de Jarmusch son poetas el conductor de autobús, la niña de diez años o el turista japonés. Despojados de categorías y etiquetas, todos los personajes tienen permiso para ser lo que quieran, en una de las películas más despojadas y puras del director.

Adam-Driver. Foto: ElHype

Rebajando el tono desde el intelectual vanidoso o prepotente, las conductas cool que acompañan a los artistas o cualquier tipo de reconocimiento económico, Jarmusch deja muy claro que sus personajes no se venden al oropel y lo demuestra andando. ¿Se es artista porque se entra en el mundo comercial? ¿un rasgueo de guitarra debe hacer estremecer a millones de personas para hacer feliz al intérprete? es obvio que no, y este es el statement del propio director como artista. Dentro de sus rituales diarios, de un mundo en apariencia pequeño, Jarmusch convierte las anécdotas en microrelatos, las secuencias en pequeñas tragicomedias, sin abandonar ni un momento esa quietud y el ritmo tranquilo, metódico -como el paseo diario-, para que nos quedemos atrapados en Paterson junto a Paterson. En varios momentos, no hemos podido evitar relacionar la pequeña vida construida por la pareja en su casita, junto a su perro y sus rutinas, con la estilización, puesta en escena y tempo de El Havre (Aki Kaurismäki, 2011), cuyos protagonistas disfrutaban sus sencillas vidas, sin hacer de las circunstancias el foco de atención.

No nos imaginamos otro Paterson que Adam Driver, no solo el actor de moda, sino un actor sobresaliente, que con una interpretación minimalista es la mejor baza de Jarmusch para que nos sumerjamos y nos entreguemos a su último film. Pura innovación y destilado de todo lo que más nos gusta del director, Paterson es una obra que explora territorios intensos con la ligereza aparente de una historia cotidiana, apartándose del exceso de preciosismo para desnudarse en una obra definitiva. La liberación del yo y el desapego, puestos de manifiesto en una impactante secuencia, que objetivamente supone una pérdida irreparable, son el vehículo para eliminar los límites y poder crear y amar con generosidad. Como lo hace Paterson y Jarmusch en Paterson.

Paterson (Jarmush, 2016)

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